Para los más críticos con la Unión Europea, ésta sirve poco más que para reglamentar cómo deben ser los envases de cartón de nuestras bebidas. Pero no es cierto: la concertación en la compra de vacunas para la COVID 19 y la creación de fondos para la recuperación económica han sido dos grandes logros que sin la UE no se habrían podido alcanzar.
¿Es mucho o es poco para una organización nacida con ánimo de superar a los Estados por una entidad superior? En cualquier caso, no es suficiente, pues ni se ha producido la unidad fiscal, mucho menos la política, y ni siquiera la jurisdiccional, como ha evidenciado de forma manifiesta y reiterada el caso Puigdemont.
Eso demuestra la falta de peso específico en el ámbito internacional de la Unión Europea, a la que han humillado repetidamente Estados Unidos y China, y hasta Boris Johnson con su peculiar interpretación del Brexit. Eso, sin pasar por el grotesco episodio del encuentro de Tayyip Erdogan con los líderes europeos Charles Michel y Ursula Von der Leyen, en que el turco ninguneó deliberadamente a esta última.
Esta falta de peso político se manifiesta en el interior de la UE, donde desde el Tribunal Constitucional alemán al polaco ponen en cuestión la jurisdicción europea, pero también en el exterior, con el desprecio a las fronteras de la UE por parte de Marruecos en su contencioso con España o de Bielorrusia en la crisis inmigratoria con Polonia.
Éstos no son más que unos ejemplos, menos anecdóticos de lo que parece, pero que en sí mismos evidencian que Europa necesita robustecerse a marchas forzadas si quiere tener un papel relevante en el ámbito internacional.
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