Desde que el Gobierno aconsejó la inasistencia del Rey a la entrega de despachos de los nuevos jueces, en septiembre de 2020, para evitar males mayores, Felipe VI ha viajado a Cataluña en seis ocasiones. Y no se ha desplomado el cielo constitucionalista ni los "indepes" han perdido fe en la causa de la Cataluña una, grande y libre.
Dejo aquí la dosis de recuerdo para centrarme en la excusa utilizada por Moncloa para justificar la ausencia del jefe del Estado en un acto de la Judicatura que siempre ha presidido. Siempre en Barcelona, claro, que es la sede de la Escuela Judicial.
Daba la casualidad de que en aquella ocasión vivíamos unas vísperas cargadas de tensión: el aniversario del 1-O, la tramitación de los indultos a los condenados del "proces", la inhabilitación por desobediencia del entonces todavía presidente de la Generalitat, Quim Torra, y, ay, la aprobación de los PGE21, para los que Sánchez necesitaba los votos de los nacionalistas catalanes en el Congreso (ERC y PdeCat).
Sobre ese caldo de cultivo llegó el Gobierno a la conclusión de que la presencia del Rey en un acto que siempre presidió aumentaría la crispación y se resentiría la convivencia. Males mayores, como queda dicho. Pero el firmante de esta columna sostiene que no hay un mal mayor que el paso atrás del jefe del Estado frente a la presión del nacionalismo.
No puede haber ningún mal más dañino que reconocer el éxito de una estrategia de acoso a la figura de Felipe VI. Nada tan insoportable como la impresión de debilidad de todo un jefe de Estado frente a la presión de una fuerza política o institución, sea la que sea.
Invitado, como de costumbre, por el Consejo General del Poder Judicial, este lunes el Rey ocupó la presidencia del acto de entrega de los despachos a los nuevos jueces, junto al presidente del CGP, Carlos Lesmes, y el director de la Escuela Judicial, Jorge Jiménez
Los altos cargos de la Generalitat no le acompañaron. Entienden que no se les ha perdido nada en un acto "español". No es nada nuevo esta enésima prueba de las arrogantes posiciones de los independentistas frente a todo lo que cursa en nombre del Estado y del régimen político legítimamente constituido en 1978. Con más razón si se trata de la persona situada en el vértice de esa pirámide jurídica.
Sí se esperaba a la hora de escribir este comentario la coincidencia del Rey con el presidente de la Generalitat, en un acto de Foment del Treball (entrega de premios y condecoraciones del mundo empresarial de Cataluña) programado para la última hora del lunes 29. Esperemos que el aireado pragmatismo de Pere Aragonés sirva al menos para guardar las formas y no tengamos que lamentar nuevos desplantes a la figura de Felipe VI.
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