Pasan tantas cosas y tan rápido que apenas tenemos tiempo de separar el trigo de la paja, y no sé si es por eso o porque realmente estamos entrando en una era en que lo políticamente correcto es la piedra de toque de una nueva Inquisición.
Hace unos días, en algún periódico, se daba noticia de una decisión adoptada en la civilizada Canadá. Nada menos que el Consejo Escolar de Toronto había decidido suspender una charla de la Premio Nobel Nadia Murad en un club de lectura con un grupo de jóvenes. ¿El motivo? Pues el motivo aducido es, en mi opinión, realmente vergonzoso y escandaloso: Nadia Murad iba a hablar de su libro que lleva por título “Yo seré la última” en el que relata cómo fue torturada, violada y convertida en esclava sexual de los yihadistas.
Al parecer las autoridades canadienses piensan que este libro y el testimonio directo de Nadia Murad puede provocar un sentimiento de islamofobia y, por tanto, decidieron instaurar una censura vergonzosa suspendiendo la intervención de la señora Murad.
Es decir el problema no es que a Nadia Murad la violaran, la torturaran, la convirtieran en poco menos que nada disponiendo de su cuerpo unos malvados yihadistas, el problema es que a lo mejor quienes escuchen su testimonio pueden llegar a pensar que a eso de ir violando y torturando mujeres, convirtiéndolas en esclavas, no se le debe dar mayor importancia no vaya a ser que alguien sienta rechazo, asco e indignación por los autores de semejante salvajada.
Leí el libro de Nadia Murad cuando se publicó y les confieso que sufrí una sacudida de horror. Me puse en la piel de Nadia pensando en cómo se puede sobrevivir a semejante infamia.
De manera que me pregunto qué clase de personas son las que decidieron censurar su testimonio negándole que acudiera a un club de lectura, que curiosamente se denomina ‘Una habitación propia’ en homenaje a Virginia Woolf. No hace falta ser muy lista para imaginar la repugnancia que a Virginia Woolf le produciría una situación como esta y que pediría que de inmediato ese club de lectura dejara de denominarse con el título de uno de sus libros.
El wokismo y la política de cancelación se han convertido en el santo y seña de la nueva Inquisición, una Inquisición peligrosísima que recorre el mundo entero y que está poniendo en riesgo la libertad.
El fanatismo unido a la estupidez convierten este movimiento en un auténtico peligro.
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