Este enorme puente ya finalizado se ha vivido por millones de españoles como si no hubiera un mañana. Calles abarrotadas, aglomeraciones en las zonas más comerciales, cenas, en ocasiones, con los comensales pegados codo con codo como si nada ocurriera, cuando lo cierto es que está ocurriendo algo serio como es el alza, sin descanso, de las cifras de contagios, bien por la variante Delta, que continúa siendo la prevalente, bien por la Ómicron. El nombre, al final, da igual. Lo definitivo es que volvemos a las andadas.
En una situación en la que, aunque baje el paro, la economía se encuentra en estado muy frágil, la tarifa de la luz no da descanso, de nuevo el virus vuelve a inundar informativos y los expertos, ya de todos conocidos, nos acompañan en el desayuno, merienda y cena, mientras nuestros políticos, tan desconcertados como los ciudadanos de a pie, parecen no saber cómo afrontar la situación, dejándolo todo a las vacunas y a la responsabilidad personal.
Las vacunas han sido todo un hito. Un logro que ha salvado millones de vidas, pero se han mostrado insuficientes para vivir como si todo se hubiera acabado, como si hubiéramos vencido al virus.
En este contexto llama la atención y provoca cierta hilaridad el ver como en las colas de vacunación todavía hay gente que se queja porque tiene que esperar y se quejan aquellos que han tenido la oportunidad de vacunarse hace meses o semanas. Es llamativo que jóvenes y no jóvenes acudan a los centros de vacunación por si les piden el pasaporte COVID para tomar una copa y no hayan acudido a su debido tiempo porque con ellos no iba la pandemia. Ni la pandemia ni los que tenían más cerca. Insólito y triste.
Pero no solo han sido muchos los ciudadanos irresponsables los que han contribuido a la actual situación. También desde el ámbito político se ha perdido el tiempo. No acabo de entender la negativa rotunda del Gobierno para aprobar una ley de pandemias que daría seguridad jurídica a los ciudadanos y establecería los límites claros de las autonomías que ahora se ven sometidas a las decisiones de la justicia. Es insólito que al final sea un tribunal de justicia el que marque límites sin que, a su vez, sean los propios tribunales, que a falta de una ley concreta, los que tengan que interpretar normas no pensadas para una realidad pandémica.
En medio de esta situación que ni las luces ni las compras logran borrar de nuestra cabeza y de nuestro ánimo, ahora, desde el Ejecutivo se lanza, a modo de globo sonda, la posibilidad de prohibición casi radical de fumar hasta en el coche de cada ciudadano. Fumar es malo, eso es una obviedad, pero tengo para mí que como ocurre siempre en política, los anuncios nunca son inocentes. Ahora se abrirá el debate sobre esta anunciada prohibición y quizás muchos se olviden del virus.
Mal haríamos si se dirigieran a esta posibilidad las energías y debates cuando tenemos encima una amenaza tan seria y real, tan desestabilizadora y tan dura como es la amenaza a nuestras vidas que supone el COVID. Como tengo más dudas que certezas a estas alturas, y llevada por la ingenuidad, me sigo preguntando a qué espera el Presidente del Gobierno para ponerse en contacto con el líder de la Oposición y abordar de manera conjunta una realidad como la de la pandemia que no podemos ni debemos banalizar. La situación es muy seria.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/227458/el-puente-y-el-virus