Lo dice la portavoz de Mas Madrid, Mónica García, en un titular de Prensa: “Da pena que la política baje al barro”. En eso estamos. El bucle que no cesa. Lo vimos en el reciente paso del expresidente Rajoy por la comisión Kitchen. Y lo hemos vuelto a ver en la sesión parlamentaria de control al Gobierno que se celebró este miércoles en el Congreso.
Sus señorías fustigaron a Rajoy como si fuera un enemigo público, perdiendo la ocasión de afrontar la parte del caso que afecta más al sistema que a la amortizada figura política del expresidente.
En cuanto a la sesión de control, volvió a ser un absurdo diálogo de besugos. La oposición (PP, Vox y Cs, básicamente) aprovecha las preguntas al Ejecutivo para clavetear por enésima vez sus acusaciones (vendido a los separatistas, mentiroso, irresponsable).
Por su parte, el Gobierno nunca responde a lo que se le pregunta y usa el turno para arremeter contra sus adversarios, especialmente el PP, también con recurrentes acusaciones (bloquear el funcionamiento de los órganos constitucionales, insolidaridad, atentar contra la convivencia, dañar la imagen de España en el extranjero).
Si algo útil salió de la sesión del miércoles fue el anuncio del presidente, Pedro Sánchez, de que en el año entrante de 2022 se reanudará la perdida costumbre de celebrar el debate sore el estado de la nación. Lo demás, como diría Mónica García, fue barro y banalización de asuntos tan apremiantes como la pandemia y la recuperación económica. O graves temas de actualidad, como el acorralamiento del independentismo catalán a una familia de Canet de Mar, amén de asuntos banales en sí mismos, aunque también alimenten el barrizal. Ejemplo: el reciente paso de la vicepresidenta Díaz por el Vaticano.
Es el retrato de un tablero político con el centro deshabitado. Dos discursos enfrentados. Dos líneas paralelas que, como nos enseñaron a la escuela, por mucho que se prolonguen nunca llegan a encontrarse. A un lado, fuerzas de la ecuación Frankenstein, con alguna fuerza legalmente constituida pero moral y políticamente poco recomendable (Bildu). Al otro, una derecha con tendencia a alejarse del centro e incapaz de reconocer en el Gobierno de Sánchez otra cosa que no sea la incompetencia, mentira, sectarismo e irresponsabilidad.
Así no hay manera de avanzar. Así los hechos acaban dando la razón a Rajoy define en su libro “Política para adultos”, cuando se refiere a la infantilización de la política nacional. Según él, por efecto de la ola populista que invade los programas de los partidos y los comportamientos de sus dirigentes. Siempre están perdiendo oportunidades de resolver los problemas reales de los ciudadanos mientras embarran el campo y recurren al juego sucio de los insultos y las descalificaciones mutuas.
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