La sexta ola se llevó por delante la ilusión de que estas fiestas iban a ser lo que siempre fueron antes del coronavirus. Nuestro gozo en el pozo del desaliento. Ni la cantinela de la lotería del día 22 de diciembre sonó como en otras ocasiones, mientras nos acercábamos a unas Navidades rotas por una especie de depresión colectiva.
La decepción no deroga el solidario espíritu de la gente. Una ciudadanía que no se merecen nuestros poderes públicos. La desidia del Gobierno, la dispersión territorial en la toma de decisiones y el desborde de las estructuras sanitarias no impidieron las colas para vacunarse o hacerse pruebas diagnósticas, mientras en la calle se ha generalizado el uso de las mascarillas sin necesidad de que nadie nos obligue.
Pero la pandemia es implacable. Como en la fábula de Esopo, los contagios han sido la liebre y la tortuga los gobernantes. Nos vence la impresión de que la sexta ola avanza sin freno. Ya estamos en 700 contagios por 100.000 habitantes. O sea, riesgo extremo y vuelta a las andadas.
Es inevitable orientar los reproches tanto hacia el Gobierno central, por su temeraria indolencia, como hacia las Autonomías, que también han hecho de tortuga a sabiendas de que la ómicron venía mucho más contagiosa que las variantes anteriores. A sabiendas también de que el “puente” de la Constitución sería letal por la incontenible tendencia popular a desquitarse de una larga temporada de restricciones. Y lo fue, pero la desidia oficial continuó hasta culminar en el ornamental anuncio de anuncio de una conferencia de presidentes autonómicos.
Esperemos que, como dice el presidente gallego, Núñez Feijóo, no sea “una foto más”. De momento estamos en la solemnizarían del continente (la cita de Moncloa), sin tener la menor idea de lo que será el contenido. A la hora de escribir esta columna aún no se había llevado a cabo, pero el anuncio del propio Sánchez, anticipando que él se limitaría a “escuchar”, no invitaba a pensar que estamos ante una verdadera contraofensiva de los poderes públicos frente al avance de la nueva variante pandémica.
El sentido común sugiere que hubiera sido mejor una reunión previa de los consejeros de Salud de las Comunidades Autónomas para elaborar un proyecto de actuación conjunta que llegase al “índice verde” (o sea, ya cocinado). Pero no fue así y ahora el clima previo a la reunión de este miércoles anticipa iniciativas que combinan vacunación con restricciones, sin llegar al confinamiento total de los pasados estados de alarma que, dicho sea de paso, ahora tendrían que ser de “excepción”, según la doctrina del Tribunal Constitucional en defensa de los derechos fundamentales.
Como toda la vida se ha dicho en mi pueblo, Ayoó, que Dios nos coja confesados.
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