Entre ovejas, borregos, cabras y cabritos

El problema grave de este país es la traición que hacen los miembros de los borregos

Juan Martínez Fernández
00:49 • 12 ene. 2022 / actualizado a las 08:59 • 12 ene. 2022

Recuerdo, allá a finales de los cincuenta y comienzas de los sesenta, las conversaciones entre los agricultores de la Rambla de Tabernas, donde tuve mi paraíso particular hasta que, en el 1967, tuve que abandonar aquél paraíso, en aras de forjar un futuro que, en aquella época y en Almería, se mostraba, cuando menos, incierto. Y recuerdo que cuando algún rebaño solicitaba pastar en los campos de naranjos, con el fin de aprovechar las hierbas – buenas o malas, no había grandes diferencias - había diferentes opiniones acerca de si debía de ser ovejas o cabras. Se llevaban la palma las ovejas, dado que, además de que arrasaban las hierbas por completo, dejando el suelo limpio, nunca se encaramaban a los árboles, naranjos en su mayoría, ni atacaban los brotes del árbol. Quizá sea necesario explicar a los más jóvenes que, los naranjos que poblaban las riberas del Andarax en aquellos años, nada tenían que ver con los de ahora, tenían todos, como mínimo cuatro o cinco metros de altura y a veces más, lo que hacía muy trabajosa la recolección de la naranja; y una edad que, en la mayoría de los casos, sobrepasaba los cincuenta años. Pues bien, volviendo al tema de los rebaños, decir que también era habitual que el pastor, tuviera algunas cabras intercaladas dentro del rebaño de ovejas; y viceversa; no obstante, si no había plantones (naranjitos pequeños), dada la altura de los árboles, no había problemas con los animales infiltrados. Sí que sería un problema en la actualidad, puesto que, al ser los naranjos de una altura muy inferior y además con las ramas, prácticamente besando la tierra, las cabras – y no digo, los cabritos - , podrían hacer daño a las faldas de los árboles y el asunto, sería a tener en cuenta. Pues ahí aparece la semejanza de los actuales huertos de naranjos y demás frutales con nuestro país, sería muy problemático, permitir la entrada de los rebaños en los campos, pues los borregos – especie que abunda en demasía en las tierras de la piel de toro – arrasarían el suelo (figuradamente la economía) y no dejarían crecer la hierba, cosa que está acaeciendo con nuestra economía (endeudada hasta las cejas); y las cabras, se comerían los brotes verdes con lo que se impediría el normal crecimiento y renovación anual de los árboles; y no digo nada de los cabritos que, demás de aprovechar siempre la flor y nata de los brotes verdes, son tan abundantes en la actualidad que es preocupante que puedan estar medrando desde los Pirineos hasta Gibraltar y desde el Mediterráneo a la Lusitania; y ahora, ya no es cuestión de verse aliviados por la trashumancia, pues borregos, hay en todas partes, abundando – aunque parezca extraño -  más en las ciudades. ¿Y cabritos? Pues, ¿Qué quieren que les diga? Que actualmente, son el gremio dominante en la política de este país, otrora de nuestros amores y agora de nuestras desgracias; y se siguen comiendo a diario los brotes verdes, cada vez más escasos y que tanto nos cuesta conseguir, procurándose y abusando,  de forma egoísta, los mejores pesebres y los mejores corrales que, en forma de palacios, ni el pastor antaño, ni los reyes hogaño, disfrutan. Pero el problema grave de este país, es la traición que, a sus especies, hacen los miembros de los “Ovis orientalis aries” – borregos para los no versados - ya que, a la hora de votar, en vez de elegir a los carneros, eligen a quienes tienen entre sus miembros - y en abundancia -, elementos machos de la “Capra aegagrus hircus” - los cabrítos, para que todos me entiendan - y así, nos luce el pelo. Pero eso sí, cuando se vayan, habrán dejado España como dejaban los rebaños de ovejas de los cincuenta, los campos de naranjos, sin una sola hierba, ni buena, ni mala; hasta los ajos porros se comían; pero ahora, se han espabilado y prefieren los mariscos; pues, tanto la hembra, como el macho, a la vez que el neutro o hermafrodita hispánico, han cambiado sus gustos; por lo menos, en eso, han mejorado.











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