El paso por Madrid del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, y el líder del principal partido de la oposición en el Parlament, Salvador Illa (ganador de las últimas elecciones autonómicas) reverdecieron el ya cansino debate sobre la aspiración secesionista documentada sólo en un 22% del censo electoral de Cataluña.
El miércoles pasado en el club Siglo XXI tuve ocasión de preguntar en la distancia corta al president sobre su principal exigencia: el referéndum de autodeterminación. Dijo que el Estado tiene que estar dispuesto a ganar o perder en una consulta pactada con la Generalitat. Pero él no dejaba de expresarse como si ya lo hubieran ganado los “indepes”.
Es una vulneración de su propia lógica, pues habla continuamente de España y Cataluña, la Generalitat y las instituciones del Estado, como si fueran cosas distintas. Y no lo son. Al menos hasta que se reforme la Constitución o los nacionalistas ganen en un hipotético referéndum. Para lo primero tendrían que picar mucha piedra. Lo segundo es un atajo legal y políticamente inaceptable.
En la presentación del conferenciante, la ex alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, había ensalzado el diálogo como método de acercamiento entre diferentes. Habló de las “palabras enlatadas” que, a modo de consignas, son incompatibles con la disposición a entenderse que debe inspirar un diálogo sincero y verdadero.
Aunque no pensaba en Aragonés, al que calificó de “dialogante,” a mí me pareció de estricta aplicación -así se lo dije- a lo que, minutos después explicaría ante un nutrido público de empresarios, socios del club siglo XXI, un enjambre de periodistas y profesionales de la política y dos ministros del Gobierno de Sánchez.
El discurso de Aragonés me pareció falaz, impostado, guionizado, repetitivo y agotador. Pero no inocente. El lenguaje de los independentistas nunca es inocente. Está lleno de trampas porque plantea dos objetivos imposibles de conseguir que se presentan como inevitables.
“Ni referéndum de autodeterminación ni amnistía. No va a ocurrir nada de eso”, dijo unas horas después Salvador Illa, líder de los socialistas catalanes, que es el principal grupo de la oposición en el Parlament, aunque personalmente prefiero aludir a la contundencia y la memoria de partido que se proyectan en una frase del expresidente del Congreso y exministro de Defensa, José Bono, en TVE: “Por demócrata y por socialista, Pedro Sánchez no puede consentir un referéndum de autodeterminación en Cataluña”.
Pero Aragones seguirá diciendo en palabras enlatadas, que el referéndum es inevitable, que Cataluña no es España y que el Estado no es democrático. Qué pereza.
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