¡Por fin! Llevo años ¡años! como seguramente le habrá sucedido a usted, que nada más salir de casa, en cualquier reunión de trabajo, en el almuerzo con los amigos, o en las celebraciones familiares, siempre había alguien que ponía el dedo en la llaga y preguntaba: “¿Cuándo nos vamos a ocupar de la injusticia de las mujeres acusadas de brujas hace 400, 500 años? Y se desataba una apasionada intervención de cualquiera de los presentes, indicando que éste ha sido un asunto primordial entre las preocupaciones de los españoles.
Por fin, este asunto tan importante para nuestra convivencia, esta injusticia que se produjo en toda Europa, va a tener el apoyo y el recuerdo desde uno de los lugares de España en los que menor caza de brujas hubo: Cataluña. En cualquier otro territorio, en Castilla, por ejemplo, hubo muchas más ejecuciones de mujeres, pero los secesionistas catalanes tienen un olfato especial para advertir cuáles son los asuntos que nos preocupan.
Lo más interesante es que esto abre unas posibilidades impresionantes, y me imagino que nos ocuparemos de los siervos de la gleba, esos hombres que estaban a mitad camino entre el esclavo y el hombre libre, y que cuando cambiaba el dueño de la tierra eran vendidos junto a ella, como un campo más. Y de los niños que trabajaban desde los seis años, sin recibir ninguna instrucción, y, claro, de las mujeres cuya única salida era la obediencia a un marido desconocido o el convento.
La situación degradada de la mujer no era sólo culpa de la Iglesia Católica, los protestantes también tenían sus ideas, y un discípulo de Calvino escribió: “Promover a la mujer... repugna a la naturaleza, insulta a Dios, es algo de lo más contrario a su voluntad revelada... es la subversión del buen orden... la mujer, en su mayor perfección, fue hecha para servir y obedecer al hombre... como razonaba San Pablo con estas palabras: El hombre no es de la mujer, sino la mujer del hombre”.
Abierto el melón, habrá que revisar la situación de los niños y, ya puestos, abordar de una vez las violaciones de nuestros tatarabuelos en la Edad de Piedra. A punto de estallar una guerra en la Europa del siglo XXI, nos va a pillar gozosamente entretenidos con homenajes retrospectivo de hace medio milenio. ¿Le puede extrañar a alguien la caída de Constantinopla?
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