Oda a la desidia, los subsidios y las reformas laborales ¿para qué o para quién?

“El reto está en despertar a una sociedad “desempleada” con unas elevadas tasas de desidia”

Óscar Palomino Gual
08:59 • 11 feb. 2022

Se imagina unas ciudades en la que existieran puestos de trabajo sin cubrir, demanda de trabajadores con cierta cualificación imposible de encontrar y la opción de poder formarse, de poder cualificarse para acceder a esos trabajos de manera gratuita e incluso percibiendo dinero sólo por formarse… si son capaces de imaginar esa situación, seguramente no habrán contemplado en esa idílica postal la más mínima posibilidad de que exista cierta tasa de desempleo: ¿cómo va haber una demanda de trabajadores/as, una oferta formativa que cualifique a los ciudadanos y a la vez que haya personas que no tengan trabajo? Pues esta situación se está dando en diversas ciudades de Almería, en las que las administraciones públicas hacen titánicos esfuerzos por lograr los recursos mediante los que cualificar de forma gratuita a sus ciudadanos para que puedan acceder a un puesto de trabajo regularizado y no se consiguen las personas necesarias, ni siquiera para acceder a la formación, por lo que ni hablamos de postularse a las ofertas de empleo, como decía el chiste aquel: ¿bailas? “No”, entonces, de follar de ni hablamos.



Somos varias las empresas, los centros de formación y las entidades las que vemos perplejos como existiendo una opción real tanto de empleo como de cualificación, no hay personas que, estando desempleadas, quieran acceder a esta formación, aunque en muchos casos nuestras tasas de desempleo lleguen al 20% de la población activa. Si, si, ha leído bien: podemos formar a las personas desempleadas para que ocupen los puestos de trabajo que las empresas necesitan cubrir y no tenemos a quien formar, pese a darse esas altas tasas de desempleo.



El reto, por ser políticamente correctos y no hablar de problema, fiasco o fracaso, al que hay que enfrentarse está en despertar a una sociedad “desempleada” con unas elevadas tasas de desidia, la cual, misteriosamente se puede permitir, quizá es una falta total de necesidad de trabajar o quizá simplemente, haber alcanzado un nirvana adormecedor propio de las mejores adormideras opiáceas, que convierte a parte de nuestra población desempleada en zombis laborales mantenidos por mágicas pociones hechas a base de ayudas, trabajo en “b” y prestaciones, pero, mientras tanto, nos estamos desgañitando por las reformas laborales, de lo que después hablaremos.



Hemos olvidado el origen de la palabra prestación, en su variante de prestación por desempleo, es decir: ésta bendita sociedad del bienestar que tantísimo trabajo nos cuesta, tanto a las empresas como a la hacienda pública, quien vela por recaudar todos los impuestos de manera sumamente eficaz, se encarga de pagar a aquellas personas que están en edad laboral y que se encuentran en un proceso de “activo” de búsqueda de empleo para que lleven a cabo esta labor, y hacer frente aquella frase tipo mantra que se nos decía hace unas décadas “buscar trabajo, es un trabajo” y para ello, se cuenta con una prestación y/o subsidio para que puedas costearte la búsqueda o en su caso, que puedas recualificarte acorde a las demandas del mercado laboral para incorporarte o volver a él. Pero ¿a quién le estoy hablando?... ¿alguien me escucha?, si esto es así, ¿cómo es posible que no tengamos ni alumnos a los que formar para que puedan acceder a esas necesidades de trabajadores que tienen las empresas?



Me faltan unas tres mil o treinta mil líneas para poder reflexionar sobre el porqué de esta situación, como puede ser posible que haya una demanda de trabajadores real y la vez una alta tasa de desempleados y por favor, superemos esos viejos prejuicios y estereotipos que rodean a ciertos puestos de trabajo como por ejemplo en la hostelería, donde se ofrecen sueldos acorde a los convenios colectivos, jornadas laborales humanizadas y adecuadas y una gran profesionalidad o en otros casos, como los denominados “comerciales”, dónde se da una oportunidad de desarrollo profesional real, de logro, de esfuerzo, en suma, de lo que significa TRABAJAR. Eso sí, estaremos todos de acuerdo que la valía de un trabajador irá directamente relacionada con su salario ¿o no?



Ahora que está de moda la reforma laboral, quizá debemos empezar a plantear la reforma deslaboral, la reforma que nuestra sociedad debe acometer de manera valiente para hacer frente a esta situación paradójica, subrealista y propia de la mejor novela de lo absurdo, donde nos matamos por reformar algo que, no diré yo que es o no necesario, pero olvidamos el verdadero problema que tenemos y que espero que al menos estas líneas, haya despertado sus conciencias para mirar alrededor y pensar sobre qué está pasando para no sé en qué década o siglo, plantear soluciones a esta situación insostenible que lastra el crecimiento económico, social y personal de una sociedad sana y no enferma que no exige, que no demanda, que no cambia derechos por deberes.



Tenemos que mirar qué está pasando, qué estamos olvidando hacer, donde está el cortocircuito que separa a los desempleados de la necesidad de acceder a un empleo, y si la solución está en las prestaciones, los subsidios, los ingresos sin dar “nada”, sin exigir nada, la falta de cultura que cosechamos por la formación, por el esfuerzo, por la autonomía de un estado asistencialista que por una lado, nos dice a los centros encargados de mejorar la formación de los desempleados que les enseñemos a pescar y por otro lado, les regala los peces sin necesidad ni de asomarse al río.



Existen colectivos que realmente necesitan acceder a un empleo y que por cuestiones administrativas, legales o burocráticas, ni se pueden formar; existen prestaciones que se dan sin hacer un seguimiento de qué hace esa persona con ese dinero que se le presta; por otro lado, existen centros de formación que cualifican, que realizan una labor magnífica con sus alumnos, mejorando sus competencias, intermediando laboralmente con empresas; existen servicios públicos que orientan a las personas desempleadas; existen entidades que trabajan en pro de mejorar la empleabilidad de aquellos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad social; existen tantos recursos, tantos profesionales, tantos medios y todos fallan, todos fallamos cuando se dan situaciones como la que vivimos actualmente, cuando ni si quiera tenemos alumnos para formar y que accedan a un puesto de trabajo.


Reformemos o mejor, formemos para mostrar que hay opciones de trabajo muchas y muy buenas, para enseñar lo necesario que resulta formarse para acceder a un empleo adecuado, para lograr una sociedad solidaria y profesional, que premia a los que se esfuerzan y cuenta con los recursos para cualificar a las personas que presentan una baja empleabilidad, pero los respeta como personas, como seres activos que han de lograr su independencia económica como requisito para ser pleno, para lograr una autoestima adecuada, para entender que el esfuerzo es la causa de un logro, que desee esforzarse y no espere una limosna, en forma de subsidio.


Por último, pensemos ¿qué ocurre cuándo el trabajo no se vuelve una necesidad para obtener una forma de “ganarse” la vida? Pasen un buen día, si pueden, nos van a quedar pocos, pero siempre nos quedará un subsidio, digo París.


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