El ‘ayusazo’, tal y como yo lo veo tras el estrépito de la batalla, es bastante simple: Vox ha ganado. Ha logrado dividir al Partido Popular, que es, era, el partido más poblado, con más sedes y antaño mejor organizado, entre los ‘pro acuerdo con Vox’ y los que están en contra del pacto con el partido de Abascal. Isabel Díaz Ayuso está entre los primeros; Pablo Casado, con los segundos.
Ahora se trata de acabar con Casado para potenciar a Ayuso y, por tanto, el acuerdo con Vox. Para ello, se promueven encuestas, ruidos mediáticos varios, se denuncian espionajes y todo tipo de maniobras orquestales en la oscuridad. Ella es la víctima para cierta opinión publica(da); él, el verdugo. Pero nada es así, aunque lo parezca. Y las apariencias, aquí y ahora, son, dicen, lo importante.
Ambas partes, Casado --estamos a la espera de sus palabras, que no pueden demorarse-- y su fiel escudero Teodoro García Egea, y Ayuso, y su cohorte mediática, han llegado, es obvio, demasiado lejos como para pensar en que la componenda es aún posible. No hablamos de no sé qué negocio del hermano de Ayuso: hablamos de quién y con quién asaltará La Moncloa para derrotar a Pedro Sánchez. Y a algunos, Casado ya no les vale para eso, creyendo que la contrincante ideas frente al socialismo, o al ‘social-comunismo’, dicen, es la presidenta madrileña.
Si Casado quiere seguir al frente del PP, en medio del estruendo bien montado que pide su dimisión, tiene que matar políticamente a Ayuso. Y creo que viceversa: ella tiene que desmentir su escasa vocación --decía-- por hacerse con el liderazgo nacional del PP y por ser candidata a la presidencia del Gobierno de la nación en las próximas elecciones, cuando sean. El tiene que demostrar que sabe y puede mantenerse. Espero a ver qué dicen Rajoy, y Soraya --si es que saca la cabeza del caparazón-- y los ‘barones’, con Feijoo a la cabeza. Claro que primero tendrán todos ellos que recuperarse del susto. Vamos a contemplar cómo se posicionan, en busca del confort futuro, a favor de uno o de otra, aunque sea haciendo trizas las siglas, la gaviota, todo.
Lo de Castilla y León no es más que la primera jugada en la partida de ajedrez. Todo el mundo sabe que las próximas elecciones generales solo podría ganarlas, urnas mediante, la derecha con un pacto entre PP y Vox. La formación de Abascal, que a los periodistas nos llamó “lacayos” en la noche electoral en Salamanca, ha ganado este movimiento: jaque a la reina, jaque al rey. Y a punto está de ser jaque mate. La reina tendrá que caer para que no caiga el rey, pero conste que no estoy hablando de géneros, sino de figuras de ajedrez.
Si el PSOE fuera un partido interesado antes que nada por el bien de España, salvaría al soldado Casado, porque puede hacerlo, de ser engullido. Nada tengo contra Isabel Díaz Ayuso, pero si contra algunos de sus mentores y, desde luego, contra quienes podrán ser sus futuros aliados. Lamento que el PP sea incapaz de tener dos corrientes en su seno y que la lucha por el poder se haya vuelto tan pedestre, tan irreconciliable, tan poco ejemplar. Sí, creo que Vox ha ganado esta batalla. ¿Ganará la guerra?
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