Tambores ruidosos sobre Irán

Ahora suenan algo más fuerte. La frase de que Israel no lo va a permitir se oye con más insistencia, incluso con mayor con convicción. Las voces que aseguran que hay que darle una lección al gobierno iraní crecen. Sin embargo, no es lo que la Administración estadounidense desea en año electoral. Teherán sigue enviando signos confusos, para algunos son una buena muestra del desconcierto en la cúpula del poder. Su presidente, el osado y vocinglero Admadinejad se exhibe en una fábrica diciendo que acaban de dar un paso decisivo en el manejo de la capacidad nuclear. Un desafío. Simultáneamente, su gobierno contesta, con cinco meses de retraso, a la Responsable de política exterior de la UE que están dispuestos a reanudar las conversaciones sobre el programa nuclear con los 5 más 1, es decir Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania. Un comentarista concluye que los dirigentes iraníes se mueven ahora con una mezcla de fanfarronería e improvisación. Los ayatollas siguen creyendo, o haciendo creer para ganar tiempo, que no se fían de Estados Unidos, que Washington no está buscando que no se armen nuclearmente, que su objetivo es, como en Irak, cambiar el régimen iraní. Nerviosos, lo están. Las sanciones económicas empiezan a sentirse, la última es la prohibición de que utilicen el sistema SWIFT que realiza los mensajes bancarios entre los bancos internacionales. Ello dificultará sus transacciones en petróleo. Es la política preconizada por Obama, acogotarlos con sanciones que les hagan acudir seriamente a la mesa de negociación y no embarcarse en una intervención armada delicada, ¿dónde almacena exactamente Irán sus elementos nucleares?, y de imprevisibles consecuencias(¿ podría Teherán, con su desarrollo de una "guerra asimétrica", bloquear el estrecho de Ormuz por donde circula una parte no despreciable del petróleo mundial). Entre los consejeros de Obama, no obstante, crece la impresión de que la política de sanciones fallará, Teherán no actuará con transparencia y no se detendrá en el camino hacia la bomba. Pero con esa política, el gobierno Obama logra dos objetivos: a) atrasar la intervención armada israelí, b) convencer a los europeos de que este gobierno estadounidense está haciendo todo lo posible antes de plantearse un ataque armado. Obama ve mejorar sus encuestas, un 48% de aceptación frente a un 46 de desaprobación, la Bolsa está apunto de superar la barrera de los 13,000, su mejor momento desde el 2008, y sus perspectivas frente a cualquiera de los dos republicanos que van en cabeza, Romney y Santorum, son alentadoras. El paro ha bajado a 8´4%. No quiere alterar con una guerra, ahora que salió de Irak, este equilibrio prometedor. Envía por ello emisarios importantes a Israel donde el primer Ministro Netanyahu repite que Irán esta demasiado cercano a la bomba, una "amenaza existencial" para Israel, mientras que el de Defensa es menos alarmista, cree que aún le falta tiempo. Pide calma aunque los republicanos no le van a dar tregua, varios de ellos lo tachan de blandengue y alguien ha hablado de la ingenuidad de la Administración actual americana, se estaría comportando como Chamberlain, el que confió en Hitler, o como Jimmy Carter, sinónimo de calzonazos en Estados Unidos frente a unos dirigentes iraníes que serían un perverso Maquiavelo. No es extraño que los portavoces yanquis, entre ellos Panetta, Secretario de Defensa insista que quieren negociar pero que todas las opciones están sobre la mesa. Algo parecido decía el viernes Hague, Ministro de exteriores británico. Estima que Teherán sigue ocultando lo que hace, cree que la consecución de la bomba abriría el peor escenario imaginable en Oriente Medio. Varios de los vecinos de Irán tendrían que adentrarse en la carrera hacia la bomba y resucitaríamos una guerra fría nuclear en Medio Oriente. Un visión espeluznante. Para él, por lo tanto, todas las opciones están asimismo abiertas. La incógnita, ahora, sigue siendo Israel. ¿ Logrará contenerse si alcanza la certeza de a) la proximidad del logro de la bomba, b) conocer