Y ahora, ¿qué?. Es la pregunta que más se repite al hilo de la crisis abierta en el seno del Partido Popular en razón del enfrentamiento a muerte entre Pablo Casado, presidente del partido, con Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid. El enfrentamiento bajó a la calle. Varios miles de simpatizantes populares se manifestaban frente a la sede nacional del partido exigiendo la dimisión de Casado y reclamando la presidencia para la señora Ayuso. No hay precedentes de un acto de esta naturaleza.
También constituye novedad que en éste pulso político cainita el grueso de los medios de comunicación conservadores con sede en la capital se decanten por la señora Ayuso solicitando abiertamente la dimisión de Casado y la celebración de un congreso extraordinario. Congreso que --opinión mayoritaria-- debería consagrar un nuevo equipo dirigente con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza. También aparece el nombre del ex presidente del Gobierno José María Aznar como hipotético candidato a presidir una gestora hasta la celebración del mencionado congreso extraordinario. Sólo los medios de la izquierda --y no todos-- plantean la dimisión de la señora Díaz Ayuso como salida a la crisis provocada por el presunto cobro de comisiones por parte de un hermano suyo a raíz de una partida de mascarillas adquirida por la Comunidad de Madrid en el transcurso de los días más letales de la pandemia.
Pese a que Pablo Casado ha dado por zanjado el recorrido del expediente informativo abierto contra Ayuso, la herida que les separa es lacerante en lo personal y demasiado profunda en lo político. En un escenario en el que el enfrentamiento personal y la implicación directa de la calle --votantes y simpatizantes-- han ido tan lejos, ni siquiera la dimisión de Teodoro García Egea, el secretario general que actuó de ariete denunciando el presunto episodio de corrupción contribuiría a calmar las aguas. Para colmo, se han empezado a publicar algunas encuestas que apuntan un dato --difícil de confirmar-- según el cual Vox estaría por delante del PP en intención de voto.
Ante semejante marea política se puede entender que Alberto Núñez Feijóo el mejor candidato para presidir el partido y zanjar la crisis se resista a dejar la confortable presidencia de la Xunta de Galicia
--cuatro veces refrendada por mayoría-- para meterse en el infierno madrileño en el que se está autodestruyendo el Partido Popular. Pero se le espera.
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