Lo cierto es que desde que Isabel Díaz Ayuso aterrizó en la Comunidad de Madrid, a su familia le ha ido divinamente, y, en particular, a su hermano mayor, al que incluso le ha ido bien mientras al resto de los madrileños le iba muy mal: en lo más crudo y mortal de la pandemia, cuando los ancianos contagiados de las residencias de Madrid tenían cegado el camino a los hospitales, el tal hermano se hinchaba a ganar dinero merced a su "mediación" entre el gobierno de su hermana y la empresa de unos amigos de ambos, dedicada al textil y a la ganadería, para traer mascarillas de China.
Sin embargo, tal circunstancia, puesta ya en conocimiento de la Fiscalía y no por la dirección del PP precisamente, por si de ella se derivaran graves ilícitos penales, parece palidecer al lado de un mero asunto interno de dicho partido, la gresca entre el presidente del mismo y la que parece ir ya con todo para ponerse ella donde está él.
Es verdad que desde un punto de vista "sálvame de luxe", e incluso desde otro vagamente político, la reyerta un sí es no es tabernaria entre Ayuso/Miguel Ángel Rodríguez y Casado/García Egea tiene su interés, sobre todo por las derivadas del caso, desde el espionaje al beneficio que de él puede sacar Vox, pero no lo es menos que lo fundamental es la triste constatación de que el PP no parece haber alejado de sí el fantasma de la corrupción. Lo del hermano de Ayuso, haya o no haya reproche y castigo penal en lo que huele a lo que huele, se percibe como una indecencia por la ciudadanía, bien que no por la parte de ella que se manifestó el domingo ante la sede de Génova con el ayusismo subido.
Carentes los dos bandos de ideología propiamente dicha, y, en consecuencia, de divergencias ideológicas ningunas, el "casus belli" radica casi exclusivamente en la estrategia (y en las prisas) para llegar, y quién, a La Moncloa, y digo casi porque también está la ojeriza personal que parecen haberse cogido. Díaz Ayuso ya tocó pelo, ya manda, ya dispone de un pedazo de presupuesto para regar cuanto haya que regar, y Casado no solo no, sino que con sus planes absurdos, sus limitaciones y la matraca del odio al "sanchismo" como único argumento político, no tiene visos de llegar a tocarlo nunca. En circunstancias normales, tal vez sí, pues el electorado del PP es muy incondicional de sus siglas, pero con una Ayuso con M.A.R. y Aguirre detrás, y Vox planeando en círculo, no tocará otro pelo que el que se mese a la hora de peinarse.
A ver qué dice sobre lo importante, no sobre el duelo a garrotazos, la Fiscalía.
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