Juan José Ceba
01:00 • 26 feb. 2012
Deseo unir mi voz a la defensa del periodismo, que es, como se dice en la convocatoria para la concentración del día 1 de marzo -a las once y media de la mañana en Puerta de Purchena- el sustento de la verdadera democracia. A la llamada de la Asociación de Periodistas y Asociación de la Prensa de Almería, hemos de responder con un gran apoyo, pues la situación es de extrema gravedad y, como indican en su llamada “Sin periodistas no hay periodismo ni democracia”. Según informan, en los últimos años más de cinco mil periodistas han ido a la calle y sus voces silenciadas, se cierran periódicos y cadenas de televisión, hasta el estupor último, en que la democracia queda dañada en su mismo centro, con el anuncio del cierre del diario ‘Público’, lengua libre que había que cercenar. “Se merma la posibilidad de los ciudadanos a poder expresarse en libertad”.
Venimos constatando como los medios han ido vaciando su ideología y sus principios éticos, para responder de manera casi exclusiva al son que marcan el dinero, los grandes anunciantes, el partido o el gobierno de turno; de tal manera que acaban por configurarse en boletines oficiales de quien mueve los hilos del poder. Es por tanto, una traición a la ética, la que se viene perpetrando desde las cúpulas de tantos medios; con el intento de sometimiento y domesticación de los profesionales, una explotación continua, en muchas ocasiones pagas miserables o despidos aberrantes e injustos de periodistas y distintos profesionales de los medios. Se viene cortando el vuelo de la libertad. No se puede concebir el periodismo sin algo que le es consustancial: la independencia, la rebeldía, el grado completo de autonomía de quienes ejercen esta profesión, el compromiso absoluto en la defensa de los derechos humanos y de la dignidad de las gentes; y la entrega a la construcción de una sociedad más justa y noble.
Los dramas reales que sufre la ciudadanía no tienen la cobertura que una sociedad en avance necesita. Muchos medios ofrecen una realidad truncada y manipulada. Las angustias de la gente son acalladas en la mayor de las ruindades. Aún está por escribir, pongo por caso, la verdadera crónica valiente y cívica, que ponga al descubierto la crudeza de la realidad de la vida y miserias de los inmigrantes, como hizo en América Johh Steinbeck en Los vagabundos de la cosecha. Bajo el muro indestructible del gran daño que puede hacerse a la agricultura, se nos cierra la boca y queda neutralizada la fuerza del compromiso escrito. Pero, el verdadero objetivo es otro: que nadie sepa como se están vulnerando de continuo los derechos humanos. Y ahí es donde ha de estar, con su fuerza imparable y creadora, el periodismo libre.
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