Una nube de esperanza

Una nube de esperanza

Beatriz Torres
23:17 • 27 feb. 2012
En medio de tanta mentira. Recibiendo cada semana una oferta del SAE. Con el cuento de un contrato de interés general y social. Para asociaciones subvencionadas por la Junta que necesitan un licenciado, y según la ley hay que presentarle cinco candidatos a la empresa ofertante (en el único país del mundo donde los licenciados tienen, además, otras tres salidas: por tierra, mar y aire). Ven a la oficina de empleo (o del desempleo, como me dijo un taxista) a recoger la carta de presentación para la empresa y luego concierta una cita. Entrevista nº1 en el MPDL: Bueno, ya está, esta tarde recibirá una llamada desde Madrid, donde llevan el proceso de selección, y le harán unas preguntas. Ellos saben muy bien a quién elegir poniendo en práctica unas técnicas muy especializadas. Entrevista nº2 en la AAMM: ¡Está usted preseleccionada! Mañana le avisaremos. Entrevista nº3 en la AC: Lo siento, cariño, pero esta mañana no puedo atenderte. Pásate más tarde. Me subo al autobús deseando irme a Katmandú, no sin antes comprarme Un momento de descanso de Antonio Orejudo, y cuando llego a la pantalla de mi ordenador me encuentro un mensaje de una monja budista afincada en Nepal que dice: “No le des más vueltas. Si tienes ese deseo, hazlo. No puedes dejarlo, entonces puede ser demasiado tarde. A veces hay que enfrentarse con lo que nos asusta para poder avanzar espiritualmente”. Me voy a meditar al monte. Me siento en postura de yoga y respiro contando hasta siete entre inhalar y exhalar, y lo hago veintiuna veces. Luego procuro descansar la mente en el momento presente. Me vienen pensamientos que me atormentan y de nuevo vuelvo a respirar contando hasta siete veintiuna veces, y dejo que el vacío se apodere de mí. Cuando abro los ojos veo que un zorro camina tranquilamente entre los matorrales y se dirige hacia mí. Me pregunto cómo no se habrá dado cuenta de que yo estoy allí sentada, y en el mismo instante que me ve se gira y sale corriendo como una flecha. Me asombra que un humano en actitud tan pacífica ocasione tanto pánico y recuerdo una mirada reciente de unos ojos negros, minúsculos e indómitos como los de una fiera, que descubrí después de recorrer el mapa inmenso de una cara rosada. Me siento al lado del fuego y empiezo a leer la novela de Orejudo. Me la leo de un tirón, no puedo parar, me engancha totalmente, y eso es algo que no me ocurría últimamente. Me hace renacer y desear liberarme de todas mis dependencias. No quiero fumar ni tomar pastillas para dormir. Quiero ser libre y aprender inglés. Llamo al teléfono de la esperanza y una mujer me dice que tengo mucho por vivir, una montaña de cosas por hacer. No, no todo está acabado. Hay cosas nuevas y desconocidas. Ahí está Cádiz, donde la gente vive con arte, y Lisboa, la capital europea más africana, y también Katmandú. Voy a mi blog y escribo: “Lo único que me queda es el amor. No quiero arrepentirme de nada.”






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