El viernes pasado fui a la presentación de un libro y en el momento de aparcar el coche llevaba tal velocidad que se me subió al bordillo de la acera y de pronto me vi delante de la fachada de una casa a punto de estrellarme y sin saber por qué. Mi espanto fue horrible mientras gritaba qué hago y presa del pánico levanté el freno de mano. Entonces me di cuenta de que lo que estaba pisando era el acelerador y no el freno.
Eso me pasó una tarde después de una lluvia de barro, todo iba bien hasta que me desvié de la carretera y se ve que también se me desviaron los pies de los pedales y por eso no comprendía nada de lo que me estaba pasando, pero, oh, Dios mío, en el momento en el que el impacto era inminente, que ya lo tenía enfrente, reaccioné y me salvé junto con el coche de un choque brutal al lado de la Era.
Es curioso que esa misma tarde cuando me arreglaba para salir, sacando la ropa del armario, se me cayó al suelo un bote grande de cristal donde guardaba algunos objetos de bisutería. El estruendo fue sonoro, pero afortunadamente solo me rozó el dedo gordo del pie izquierdo.
Con estos dos sucesos metidos en el cuerpo entré en el local de la presentación que ya había empezado y como pude me senté lo más cómoda posible disimulando el estrés que traía.
Allí me encontré con Emilio Picón hablando de su novela “humanimal” y me agradó su manera de expresarse, tan sencilla y sincera que me convenció, y lo consideré una buena persona. No sé si también como escritor porque todavía no he empezado su novela (ando entusiasmada con el monólogo interior de Molly Bloom, en el último capítulo de Ulises). Sin embargo, lo más extraño es que cuando estábamos casi al final del acto una botella vacía de cerveza se cayó de una mesa al suelo y se rompió, y yo me pregunté qué significa esto.
Lo expuse también en voz alta, pero luego me acordé de Peter Handke, quien, parafraseando a Goethe, afirmaba que los fenómenos ya nos lo dicen todo, no hace falta la interpretación, al igual que sucede con los sueños.
En este preciso instante me apodero de una de las frases que me escribió Emilio en su dedicatoria: “Ojalá encuentres algún camino que te seduzca”.
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