El premio

El premio

Jose Fernández
21:22 • 28 feb. 2012
Un mecanismo inconsciente a la hora de recibir un premio económico considerable consiste en empezar a pensar que ello no es producto de la suerte, sino una especie de maniobra cósmica de restitución de méritos y esfuerzos. El "qué suerte he tenido" es un pensamiento fugaz que es sustituido rápidamente por un "me lo merecía", quizás para no sentirnos en deuda con nadie. Y es que no nos faltan iniciativas, propósitos o proyectos al convertirnos en ricos de la noche a la mañana. Lo que nos falta es el temple para asumir que seguimos siendo igual de pobres mientras nuestro vecino recibe un considerable premio. En este sentido, no sé de qué nos vamos a extrañar por la repentina sublimación del dueño de un bar en el barrio de Pescadería, al que sus chismosos vecinos atribuyen haber recibido un cuantioso premio en una lotería o cupón afortunado. El hombre ha pasado del estado sólido al gaseoso y se ha ido sin dejar más rastro que una estela de no disimulada envidia entre sus parroquianos habituales. Pero si este presunto agraciado es listo, y no tengo motivos para dudarlo, no debería volver a transitar por donde solía, pues ya no pensará en su nueva circunstancia como un fruto del azar, sino que se considerará simplemente recompensado por su vida. Con razón o sin ella, créanme que es el mejor modo de conllevar una precipitación millonaria. Atrás quedaron los tiempos del tardofranquismo pusilánime cuando se lanzaban mensajes de prevención ante el enriquecimiento repentino (véanse películas como "Un millón en la basura" o "Genaro el de los catorce"). Espero que nuestro desaparecido protagonista se pase toda esta casposa moralina por donde procede y que allá donde se encuentre viva como quiera, ahora que puede.





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