De pronto, en cinco semanas, saltaron todas las previsiones y se dañó el ritmo de recuperación económica. Guerra en Ucrania y una inflación como no se recordaba. El empleo aguanta bien, aunque afirmarlo, que suena positivo, es conformarse con que España mantenga cuatro millones de parados. Hay que rebelarse contra esa lacra.
Abrirse paso en el bosque de páginas dedicadas a la guerra de Putin, a los precios y a las protestas de productores y consumidores, es una heroicidad. El riesgo es que todo ese frente noticioso de calamidades, más la política doméstica -con la entronización de Nuñez Feijóo como alternativa a Pedro Sánchez- tape los avances y las reivindicaciones del mundo rural.
Hay progresos, pero también cansancio, ante perspectivas positivas que apenas logran concretarse, según advierte un Estudio sobre la Percepción de los Avances en la España despoblada, elaborado por Next Educación. Se detecta que la mitad de los líderes rurales creen que se progresa algo, pero a escasa velocidad. Jóvenes y emprendedores son los grupos más críticos. En los tres años transcurridos desde aquella gran Manifestación en Madrid, se han dado pasos interesantes, como la creación de la Secretaría General de Reto Demográfico que dirige Francés Boya, un histórico luchador por las mejoras del medio rural. Pero las políticas transversales que se proponen, como subrayaba en el Senado la Presidenta de la Diputación de Palencia, Ángeles Armisen, se encuentran con la resistencia de ministerios anclados en políticas sectoriales. En los ayuntamientos, hay bastantes secretarios e interventores que siguen a piñón fijo, sin flexibilidad alguna, ante la exigencia del cambio de estilo que requiere la gran oportunidad de estos tiempos nuevos. Oportunidades, por cierto, que caducan.
La pandemia, se constata, dejó alguna huella: hoy en las ciudades se tiene en mejor consideración al mundo rural y se identifica como un lugar más seguro. Creció levemente la población en algunas localidades pero ese efecto, en parte, se fue diluyendo después. Se lamenta la retirada de entidades bancarias, la reducción de servicios médicos y de comercios. Cada vez que cierra un banco, un consultorio, una escuela, una tienda o incluso el bar del pueblo, se barrunta un desplome de aquellas localidades que resisten.
El estudio, realizado en colaboración con Fundación AXA e Hispasat, destaca que hoy existe más atención mediática sobre el problema y presencia, por fin, en la agenda política. Otra cosa son las concreciones, más bien pocas. Se reclama con urgencia, sobre todo, más telecomunicaciones y recursos financieros. Paradójicamente, hay dinero disponible y existe una posibilidad de conseguir telecomunicaciones de inmediato porque España cuenta con satélites. Solo que los fondos hay que pedirlos, en tiempo y forma; y no es sencillo. Hay exclusión financiera, pero también exclusión burocrática. Los fondos pueden quedar a medio utilizar, como a veces sucede, o solo al alcance de las grandes empresas que puedan pagar consultoras de factura abultada para superar el papeleo exigido.
La España despoblada no quiere difuminarse por la desatención mediática y política, urgidas por otras exigencias de actualidad. Le costó décadas salir del ostracismo y quiere aprovechar el impulso que le aportaron casi doscientas plataformas ciudadanas tipo Teruel Existe. Más de la mitad de los consultados considera positivo transformar esas plataformas en candidaturas políticas, aún a costa de la fragmentación parlamentaria. La otra opción, deseable, es concretar avances reduciendo burocracia y formar a los líderes rurales para constituir pequeños oasis de eficacia en territorios rurales inteligentes.
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