El caso es que la ‘era de la distensión’ política en España podría comenzar este mismo jueves, aunque todos los indicios se empeñen en seguir mostrando lo contrario. Este miércoles, en la sesión de control parlamentario, el presidente Sánchez y la portavoz ‘popular’, Cuca Gamarra, se fajaron como en los ya viejos tiempos de Pablo Casado: Sánchez pidió al PP que aclare si van a apoyar la acción del Gobierno en estos tiempos difíciles o si van a “estorbar con la ultraderecha”, y Gamarra respondió en tono semejante. Con eso, y con la falta de consenso parlamentario con la que el presidente español viaja a Marruecos para entrevistarse con Mohamed VI, todo indicaría que hay que ser pesimistas ante el inminente encuentro de Sánchez con el flamante presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Y, sin embargo...
Sin embargo, hay indicios de que las tensas relaciones entre Gobierno y el principal partido de la oposición están a punto de acabarse, para entrar en una etapa de más normal juego democrático entre el Ejecutivo y, al menos, el PP, ya que con Vox no parece haber entendimiento posible y, por la izquierda, Podemos ha dejado de tener un papel efectivo.
Durante mis conversaciones el pasado fin de semana por los pasillos del congreso del Partido Popular en Sevilla, he escuchado en más de una ocasión hablar de la conveniencia de unos ‘nuevos pactos de La Moncloa’ que ajusten algunos principios de la economía -como dejar de fijar la subida de las pensiones al índice de inflación_y también ciertos comportamientos políticos: seguramente, Feijóo hará ver su malestar por no haber sido consultado su partido sobre el viraje de las posiciones oficiales españoles en relación con el Sahara y, en general, por el escaso papel que desde el Ejecutivo se concede a la normal labor de una oposición ‘constructiva’. Y sin duda Sánchez devolverá los ataques a una oposición que “no arrima el hombro” y ha tenido un comportamiento ‘inconstitucional’ (a juicio del inquilino de La Moncloa, claro) en lo tocante a la renovación del poder judicial.
Hay sí, reproches para todos los gustos, tanto en el almacén gubernamental como en el del PP, desde el caso de la fiscal general del Estado -que cada día se enloda algo más_hasta el comportamiento ‘negativo’ en las sesiones de control parlamentario. Pasando, desde luego, por la mayor o menor proximidad de Vox, por un lado, y de Podemos, por otro, en las decisiones que toma cada parte en sus planes de futuro. Todo está abierto, pero lo cierto es que los lenguajes en boca de los dos principales mandatarios empiezan a sonar distintos: ambos saben que la situación no puede seguir así, y que no puede ser noticia un hecho que habría de ser normal, como que se encuentren el jefe del Gobierno y el representante del principal partido de la oposición, sobre todo cuando el mundo, Europa y, desde luego, España, viven una situación excepcional y peligrosa.
Hay mucho que pactar si de veras hay intención de llegar a unos nuevos pactos de La Moncloa, o como quieran llamarse. Fueron aquellos unos acuerdos impulsados por la mayor parte de las fuerzas políticas en 1977 que sirvieron, entre otras cosas, para contener una inflación superior al veinte por ciento y un descalabro en las cifras de desempleo, además, claro, de para poder elaborar la nueva Constitución con una cierta paz y un mínimo acuerdo.
Ignoro cuál será el espíritu que presida el encuentro de Sánchez con Núñez Feijóo. Quizá no haya que esperar resultados a demasiado corto plazo. Pero apostaría por que las cosas van a ir mejor que hasta ahora. Tampoco es demasiado difícil, la verdad.
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