Al contrario que su correligionaria Isabel Díaz Ayuso, que se fusiona alegremente con Vox, Juan Manuel Moreno Bonilla parece haber encontrado inspiración en Macron para no tener que fusionarse, lo que en Andalucía, que no es Madrid, podría acabar con su carrera política en un plis plas. Del presidente de la República Francesa, reciente vencedor electoral sobre la neofascista Marine LePen, cree haber copiado el mensaje, que ya va esparciendo por ahí, de que si la gente no quiere un gobierno con la ultraderecha, esto es, de ultraderecha, no le queda otra que votarle a él.
Pero esa idea-fuerza de su campaña electoral tiene sus debilidades, la menor de las cuales no es, por cierto, la del recordatorio de que si ha gobernado Andalucía en los últimos años sin haber ganado las elecciones ha sido gracias a Vox precisamente. Tampoco le ayuda mucho que su partido, el PP, gobierne Castilla y León en comandita con el de la extrema derecha, o que, según estima una reciente encuesta, tres de cada cuatro votantes del Partido Popular vería con buenos ojos, con ojos fraternos, la coalición con las mesnadas de Abascal. Así y todo, o precisamente por todo ello, Moreno Bonilla se aferra a su idea como a un clavo ardiendo. Olona le aterra.
Se comprende que Macarena Olona le aterre, pues es francamente aterradora, pero no se comprende tanto que cifre su quimera de la mayoría absoluta en que le vote todo quisque, los socialistas, los comunistas, los huérfanos de Ciudadanos, los peperos con un pie en Vox, y hasta los de Vox ya puestos. Es verdad que el escándalo de los Eres abruma aún al PSOE, que los comunistas se han hecho el enésimo harakiri con sus broncas domésticas y sus escisiones pueriles, que los ex de Ciudadanos han retornado al hogar del PP, que los peperos con un pié en Vox pueden dar un paso atrás por aquello del “voto útil”, y que Vox tiene un electorado impreciso, pero de ahí a que Moreno Bonilla sepa hacer la alquimia de fundir material tan heteróclito para convertirlo en oro electoral, media un abismo.
Moreno Bonilla no es Macron, ni el PP representa, ni con Feijóo, a la derecha europea que se suma y aun lidera el cordón sanitario en torno a la extrema derecha. Pese a que los sondeos ya han hecho de urnas y le han dado la victoria electoral, Moreno Bonilla lo tiene crudo: tres de cada cuatro simpatizantes suyos simpatizan también con lo que no debieran simpatizar.
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