Kayros
20:57 • 08 mar. 2012
Sigo con mucho interés la irrupción de este ministro en la política española de derechas. No voy a decir que ha entrado de súbito como un buey en la cacharrería pero este tiempo le viene de rechupete. La izquierda está diezmada; no hay peligro que los sindicatos le armen una revolución; la gente oye hablar de los bancos, y aceptan la situación porque establecido queda que sean ellos los dueños del crédito, sin los bancos no podemos hacer nada; tampoco los subversivos intelectuales de otras guerras anteriores le deben inquietar demasiado a este ministro. Bajo el peso de que hay que ajustarse a lo que digan por ahí fuera en la eurozona, aquí se pueden exigir sacrificios sin cuento, y si los socialistas se quejan en el Parlamento, entonces se les recuerda con la mano izquierda golpeando el aire que ellos fueron los que nos metieron en este fregado. Ninguna alusión a los primeros síntomas de la crisis. Tal vez nadie como él podría informarnos acerca de lo que ocurrió con Lehman Brother y compañeros mártires. Tiene un como mirar extraño o a mí me lo parece. Me sorprende su esperanza cierta de que saldremos de la recesión a plazo fijo. Acostumbrado a los números, suele hablar de cuarenta, sesenta, noventa mil millones como la vieja del SuperOlé cuenta los céntimos que le faltan para una barra de pan. Mientras escribo estoy viendo un reportaje sobre los lobos. Oigo al locutor decir que hubo un tiempo en que la Iglesia los asociaba a Satán. ¿Qué pasa que ya no hay hambre? ¿que ya no hay lobos? La prensa se queja de lo poco que hablan los obispos sobre los desahucios y de los satánicos estropicios que está trayendo la crisis. Está bien, cuidemos a los ricos; mimemos a los empresarios, son ellos quienes dan empleo al menos hasta que haya beneficios; utilicemos el sermón de la austeridad como engrasamiento del sistema capitalista, madre de todas las batallas nada austeras por mantener la desigualdad. Parecerá un atroz ironía pero entre lo poco que marcha bien está la venta de armas.
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