Hace unos días leí ‘La colmena’, de Camilo José Cela. Es una pintura de la España de posguerra, donde el olor de los potajes ascendía por las escaleras de los edificios hasta el cielo. La mujer del futbolista David Beckham, la cantante Victoria Adams, llegó a nuestro país hace mucho menos tiempo y dijo que aquí olía a ajo, como en los cuarenta. Igual que en Inglaterra huele a sopa de bote, supongo: en todos lugares cuecen habas. Quiero decir, en fin, que los vapores del potaje eran el incienso consuetudinario de aquellos años de misa de ocho y pan duro, cuando la gente escuchaba a Antonio Molina cantando la alegría de ser minero: debían pensar que sus vidas no estaban tan mal. En el agujero vivían los otros, los soviéticos.
A mí ‘La colmena’ me parece un libro excepcional y triste y nostálgico, si es que se puede echar algo de menos de entonces. Hay quien sí desea mirar hacia atrás, pero lo hace para dar mandobles al rival, eso tan carpetovetónico, tan español. Los que nacimos en la democracia no entendemos a quienes sueñan con dictaduras pasadas ni a los que despiertan a Franco a horas intempestivas. Los más esotéricos aseguran que desde que exhumaron al dictador España va de cabeza. ¡Devuélvanlo a su sitio!, decía un divertido meme en los convulsos últimos años.
¿Hemos cambiado tanto los españoles desde ‘La colmena’? Afortunadamente, sí. Conocimos de lleno la modernidad en 1992, cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, que yo recuerdo como un aperitivo del futuro. Y entramos en la Unión Europea y los españoles empezamos a viajar y a crear empresas líderes mundiales y a triunfar en la cultura, el deporte y la gastronomía universal. Pero lo que fuera de nuestras fronteras constituía un modelo de éxito dentro lo hemos observado bajo una mirada torva e intransigente.
La obra de Cela representa un poco esta última España, que nunca terminó de marcharse. Ese país oscuro y zozobrante que algunos tratan de desterrar mediante el enfrentamiento y la división entre buenos y malos como en la peor época de nuestra Historia reciente. Yo, sin embargo, pienso en el futuro con esperanza y sólo vuelvo al pasado cuando me adentro en las páginas de ‘La colmena’ o en el cine de entonces. Lo demás, la combustible, incendiaria palabrería de algunos políticos de intrigante sonrisa, no me interesa en absoluto.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/239735/carpetovetonico