Entre Noviembres

Solo hacía falta encontrar la forma de llegar a la gente

Moisés S. Palmero Aranda
00:12 • 19 jul. 2022 / actualizado a las 08:58 • 19 jul. 2022

Los audios de Villarejo y Ferreras han venido a echar leña a mi decaimiento, mi desencanto, mi resignación. Algo que achacaba a la falta de vitaminas, de ejercicio físico, de risas cómplices y buena compañía. Una mala racha que siempre pensé que con un poco de interés por mi parte pasaría. Sin embargo, después de demostrarse este ataque sin paliativos a la democracia, creo que mi decepción ya empieza a enraizar en mis músculos, impidiéndome, si es que alguna vez lo hice, pensar con claridad, y moverme con agilidad. 



Este sentimiento de derrota definitiva, y no como algo pasajero, comencé a visualizarlo hace unas semanas, tras la reposición de la película, de Archero Mañas, Noviembre. Cuenta la historia de un grupo de jóvenes que, decepcionados por las escuelas de teatro donde siempre habían soñado estudiar, montan un grupo alternativo para actuar de forma libre, independiente y gratuita, en la calle, improvisando e interactuando con el sorprendido público que se los encontraba. Artistas dispuestos a hacer el teatro que siempre habían soñado, a  cambiar el mundo con sus obras sociales, directas al espectador, sin intermediarios, sin limitaciones, sin pedir nada a cambio. El arte por el arte.



Está grabado como un falso documental, donde sus protagonistas, envejecidos y lastrados por el paso del tiempo y el dolor, cuentan lo que les sucedió, desde cómo se conocieron y decidieron montar el grupo, a todos los problemas con los que se enfrentaron, como los dividieron con multas y sanciones para actuar en la calle e ir contra sus ideales para poder seguir trabajando. Las crisis internas, de relaciones personales, que todo eso provocaron en el grupo, el resurgimiento de la ilusión y el trágico final con el que termina todo: su líder, el protagonista de la historia, muerto, vestido de travieso demonio, colgado de un trapecio. 



Una historia que cuando se estrenó insufló en mí la fuerza, las ganas, la ilusión, la esperanza, de que otro mundo era posible. Solo hacía falta encontrar la forma de llegar a la gente, de despertarlos, de zarandearlos para provocar una revolución cultural, social, que impulsase los cambios en el sistema, la caída de los dioses que nos manejan como marionetas a su antojo. Y para eso la originalidad, la creatividad, la valentía, la astucia, la comunidad, la resistencia, la constancia son fundamentales.



Ahora, casi veinte años después, de la película, me llega el mensaje de los adultos, en los que me reconozco y me avergüenzo por ello, derrotados, con la moral por los suelos, y la mirada y los brazos caídos, lanzando el mensaje de que lo sucedido fue por culpa de su inocencia, de la inconsciencia de la juventud, de creerse invencibles, únicos, de haber intentado asaltar los cielos siendo simples mortales. Se culpaban de no haber sabido reconducir sus emociones, de no entender lo que les sucedía, de haber dejado que la duda los separase, de que el sistema los domesticase, los individualizase, los globalizase. De haberse dejado robar la identidad, lo que les hacía diferentes, dejarse dominar y sentir que se vive mejor de rodillas, sometidos. 






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