Aunque en el partido Pedrosanchista Obrero Español ya casi nada sorprende, es imposible no destacar la reacción de sus dirigentes y portavoces tras la sentencia del Tribunal Supremo que confirma, entre otras, las condenas de seis años de cárcel para el expresidente socialista de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán y nueve de inhabilitación para su antecesor en el cargo, Manuel Chaves.
Lejos de incurrir en el error paleocristiano del propósito de enmienda, los socialistas han salido prietas las filas a ensalzar la honradez de los condenados diciendo que tampoco es para tanto, caramba, porque no se metieron en el bolsillo ni uno de los casi setecientos millones de euros que robó el PSOE a través de una estrategia de fraude orgánico establecida en el núcleo de la Junta de Andalucía durante muchos años. De nuevo, el poder del relato frente al peso de los hechos. Naturalmente, los socialistas piensan que la verdad es un factor muy sobrevalorado en comparación con las enormes ventajas que tiene una realidad manufacturada en gabinetes y redacciones propicias.
¿Cómo es posible hablar de la “probada honestidad” de ambos condenados si no es a través de una deliberada voluntad de alteración de la realidad con fines políticos? El PSOE no sólo desprecia la existencia de hechos probados, sino que además se cisca en el necesario decoro democrático que supone admitir que nadie que conoce, asume y consiente una red delictiva en su entorno dista mucho de la honestidad, por mucho que no se haya aprovechado de la comisión de esos delitos en beneficio propio. Aunque los minaretes mediáticos del socialismo insistan ahora en lo contrario, favorecer un sistema político clientelar que, por medio de la apropiación y desvío de los fondos públicos, permita a un partido concurrir a las elecciones de un modo más ventajoso que el resto es, sin duda, una forma de aprovechamiento personal.
Evidentemente no es tan grosera como la empleada por esa clase de tropa que alardeaba de tener billetes como para asar una vaca o que pagaba sus putifiestas con el dinero de los parados, pero la cierto es que la naturaleza delictiva de los comportamientos de los máximos dirigentes del PSOE es innegable, por mucho que en el gobierno finjan ahora desconocer, provocando un profundo estado de bochorno a muchos afiliados incapaces de sumarse a esta vergonzante campaña de exculpación pública, que tiene todas las trazas de ser el preludio de un nuevo caso de indulto/insulto gubernamental.
Resulta insoportable e irritante esa permanente doble vara de medir que el PSOE emplea cada vez con menos pudor, estableciendo la existencia de una corrupción honesta y de una indecencia honorable. Esa actitud incongruente y profundamente inmoral supone una nueva carga -otra más- para el futuro de un PSOE entregado a la supervivencia antes que al gobierno, y que sale ahora por la petenera del honor personal de los condenados, que viene a ser como hablar del Honor de los Prizzi de Ferraz.
En política, cuando voluntariamente se prescinde de los instrumentos de navegación ética, se navega sin rumbo y sin gobierno. Qué gran oportunidad ha perdido el PSOE de pedir perdón y reconciliarse con los que creen que todavía hay espacio para la decencia en la política.
Lejos de eso, han salido en tromba a decir que sus golfadas no son delito. Se están ganado a pulso acabar pasando a la irrelevancia política.
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