En esta época digital, es difícil evocar los problemas de gestión que se generaron en la última década del siglo XX para la economía almeriense a raíz del boom exportador de la provincia. Con un sistema financiero más fragmentado que ahora, muchas divisas diferentes que conciliar y sin el paraguas normativo que hoy en día ofrece la cobertura europea, la gestión del flujo de cobros internacionales que impulsaba a la provincia era realmente complicada. Si a todo ello se unía el hecho de que todo tenía que pasar por Madrid, donde los encargados de la conciliación no querían entender las particularidades del sector exportador almeriense, que funciona mayoritariamente sobre un sistema de cuenta abierta, los problemas se sucedían.
Para contribuir a paliarlo, un equipo de técnicos de sistemas y de internacional aceptó el reto de desarrollar un proyecto encaminado a que, en la primera ventana de oportunidad que se abriera en el siglo XXI, la terminación ES2A que identifica mundialmente a Al-mería, tendría el mismo nivel de accesibilidad desde cualquier lugar del globo que la ESMM de Madrid o la GB2L de Londres. Como yo era sin duda alguna el más torpe del equipo, alguien decidió, con buen criterio, que me dedicara al tema relacional, es decir, a convencer a la comunidad de la transmisión financiera internacional que “los del invernadero” como nos llamaban algunos, seríamos capaces de conectarnos al primer intento.
Durante un año, volaba el lunes a Madrid y tras una semana de sinsabores, regresaba cada jueves en el último avión de la noche. En una de aquellas ocasiones, cuando ya me encontraba sentado en mi asiento absorto en mis cosas, vi con sorpresa que junto a mí se sentaba Juan del Águila Molina. En un primer momento, me preparé mentalmente para informar. Sin embargo, cinco minutos después de despegar mis temores se habían disipado. Durante todo el vuelo, hablamos de la historia de Almería, con especial incidencia en los temas relacionados con el agua y su gestión. Compartimos muchos puntos, y únicamente divergimos en un aspecto relacionado con los viajes de León el Africano y, sobre todo, en que mientras que yo defendía la importancia de la civilización musulmana en el desarrollo de la gestión hídrica en nuestra tierra, él abogaba por una posible influencia mesopotámica o persa anterior que habría sido traída por los romanos y perfeccionada por los musulmanes.
En resumen, resultó ser un vuelo muy gratificante, complementado tres o cuatro días después cuando Don Juan tuvo la caballerosidad de llamarme para reconocer que se había documentado y, en lo relativo a La Descripción de África de León el Africano, yo tenía razón.
Desde que no hace mucho me enteré de que en nuestra provincia existen una serie de qanats, sistemas de captación de aguas de origen persa o iranio, que es posible que llegaran a nuestras tierras durante la época romana y que después fueron aprovechados en Al-Ándalus, me vienen a la cabeza las palabras de Juan del Águila en aquel viaje, al tiempo que me vuelve a avergonzar mi ignorancia sobre mi propia tierra. Ya es tarde para reconocerle que él tenía razón y yo estaba equivocado. Pero no lo es para insistir en que nos siguen vendando los ojos cada día sobre nuestra realidad, de forma interesada, torpe o una combinación de ambas.
Creo que nada ejemplifica más el proceso de aculturación al que nos tienen sometidos a los almerienses, que la titánica lucha que, prácticamente en solitario, ha llevado a cabo durante décadas Don Gabriel Martínez Guerrero, reivindicando la cultura del Argar en la tierra que le da nombre a esa fascinante civilización. Porque, si no fuera por él, para saber que el primer yacimiento excavado de esa emblemática cultura está en el pueblo almeriense de Antas y no en Murcia, habría que leer a Luis Siret o a Gerald Brenan ya que, mientras nuestros vecinos murcianos están realizando una intensa labor de investigación y divulgación relacionada con la huella de la cultura argarica en su comunidad, por la parte almeriense se suceden los simposios, pero los avances brillan por su ausencia.
Parece que los que tienen que liderarnos siguen sin darse cuenta de que, tras ser un rincón olvidado de Madrid, ahora no queremos convertirnos en un apéndice lejano y más o menos pintoresco del Valle del Guadalquivir. Vivimos en una tierra que durante milenios estuvo conectada con del Norte de África y el Mediterráneo Oriental a través de la ruta Sur del Mediterráneo y que, tras la conquista cristiana y la repoblación del siglo XVI, cambió su enfoque vital hacia el Norte.
Esa historia tan marcada y nuestra particular geografía, nos confiere una idiosincrasia particular, que hacen de la provincia de Almería tanto la Puerta de Europa como la del Norte de África y Oriente. Por mucho desprecio que se muestre hacia nuestros orígenes y por mucha aculturación que se nos quiera hacer, esa realidad va poco a poco aflorando, sea en forma de reivindicación cultural, ambiental o incluso de la indumentaria tradicional. Ya es hora de que los almerienses dejemos de descansar sobre los hombros de unos pocos gigantes intelectuales que han soportado el peso de nuestra cultura para pasar a reivindicar como sociedad nuestras señas de identidad.
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