En pocas semanas llegaría el duro invierno. Todos pensarían en lo que sucedió aquellos días, cuando los pájaros se estrellaron contra las ventanas y la gente enmudeció. Es una señal, vienen a por nosotros, maldijo el líder, que recordó las veces que había visto descender a las aves negras a la altura del poblado. Os dije que vendrían algún día a por nosotros.
El invierno anterior había sido más suave, pero lo suficientemente frío para abrigar en algún momento la idea de emigrar a lugares de climas más templados. Me han dicho que al otro lado hay animales y alimento para aguantar al menos cinco meses, pero necesitamos marchar juntos para defendernos de posibles ataques. Los depredadores están hambrientos, dijo. Sin embargo, finalmente se quedaron.
La tierra seguía deprimida. Las cosechas se habían perdido por la sequía de la primavera y el repentino granizo de las últimas semanas. Alguien habló de cómo era la vida en los primeros años del tercer milenio, ciento cincuenta años atrás. Quedaban vestigios de ciudades enteras arrasadas por la arena y la vegetación, y otras hundidas para siempre en el mar. Fue el culmen de la civilización humana, dijo otro hombre mientras prendía fuego con unas ramas y las mujeres consolaban en sus regazos a los bebés, hambrientos y llorosos.
El líder arremetió con dureza contra él. Te prohíbo hablar más del pasado. Ahora debemos alimentarnos y buscar refugio para el invierno. Y la señal de los pájaros muertos no augura nada bueno. Recoge a tus hijos mayores y marchad hacia las montañas en busca de maleza para el invierno. Allí, cerca de esos viejos molinos blancos hay yesca abundante. Luego, regresad con nosotros. Los demás, seguidme; con abatimiento, acompañaron al líder por tortuosos caminos que se internaban en el bosque.
La humanidad, triunfante y floreciente sobre el planeta apenas ciento cincuenta años antes, volvía a competir con otros animales por un trozo de comida. Dicen que fue un algoritmo el que lo mandó todo a hacer puñetas. Ahora, el algoritmo albergaba la forma de un nigromante que tenía pavor a los pájaros muertos y huía como alma que lleva el diablo hacia los tupidos bosques de las montañas en busca de un futuro mejor.
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