José Luis Masegosa
23:21 • 18 mar. 2012
Se les había prometido repetidas veces en los últimos días que vendría la venerable imagen de la Virgen del Saliente. La esperaban con ansia extraordinaria y hubiera sido grandioso, cuando llegó una orden inesperada: la Virgen no vendría… aquello fue una bomba que heló por un momento los ánimos y quedaron todos consternados, sobre todo porque se veía el manejo político sucio que habían tenido los de otro pueblo para impedir la venida de la Virgen”. Corría la primavera de 1951. Así recogía una publicación de la época lo que se calificó como “incidente desagradable”, que en realidad se trató de la negativa de los responsables eclesiásticos del momento a que la “Pequeñica”, la imagen que se venera en el Santuario del Saliente, fuese llevada en peregrinación hasta la localidad de Oria, en donde se habían dispuesto distintos fastos para honrar la presencia, por vez primera en la historia, de dicha imagen, cuya advocación de Santa María del Buen Retiro de los Desamparados goza de devoción en el norte de la provincia.
“Historia larga de contar –añadía la crónica-, pero que de hecho era un atropello inicuo a la fe sencilla de los de Oria, que no merecían que con ellos se hiciera y cometiera aquella ofensa..”. El asunto salió a la luz por la coyuntura de aquellas semanas de abril del difícil año de 1951, en las que tanto prodigaban las llamadas “misiones” . Una de éstas, regida por bates franciscanos, encontró este “incidente desagradable” que alimentó aún más la legendaria sensación de desencuentro entre el municipio orialeño y los gestores del vetusto santuario que corona el Monte Roel. Desde luego que la historia es larga de contar porque el origen de las disensiones se remonta varios siglos atrás con la delimitación geográfica de los limítrofes términos municipales de Oria y Albox, y la ubicación concreta del convento, construido en 1679 sobre la primitiva ermita.
Una sana curiosidad me llevó a preguntar a uno de los últimos ermitaños de San Antonio que habitó en el Saliente, residente después en el Desierto de Montesión, en Cazorla, por el “manejo politico sucio que habían tenido los de otro pueblo”. Tras muchas dudas el fraile fue franco: “Interés, muchacho, interés. En aquellos años un número considerable de albojenses aportaba dinero para becas en el seminario. Amenazaron con retirar sus donativos si la imagen salía del Santuario, y el obispo se doblegó a las presiones e impidió el traslado de la talla. Interés, hijo, interés no celestial, más bien terrenal”. Agradecido, ermitaño de Montesión.
“Historia larga de contar –añadía la crónica-, pero que de hecho era un atropello inicuo a la fe sencilla de los de Oria, que no merecían que con ellos se hiciera y cometiera aquella ofensa..”. El asunto salió a la luz por la coyuntura de aquellas semanas de abril del difícil año de 1951, en las que tanto prodigaban las llamadas “misiones” . Una de éstas, regida por bates franciscanos, encontró este “incidente desagradable” que alimentó aún más la legendaria sensación de desencuentro entre el municipio orialeño y los gestores del vetusto santuario que corona el Monte Roel. Desde luego que la historia es larga de contar porque el origen de las disensiones se remonta varios siglos atrás con la delimitación geográfica de los limítrofes términos municipales de Oria y Albox, y la ubicación concreta del convento, construido en 1679 sobre la primitiva ermita.
Una sana curiosidad me llevó a preguntar a uno de los últimos ermitaños de San Antonio que habitó en el Saliente, residente después en el Desierto de Montesión, en Cazorla, por el “manejo politico sucio que habían tenido los de otro pueblo”. Tras muchas dudas el fraile fue franco: “Interés, muchacho, interés. En aquellos años un número considerable de albojenses aportaba dinero para becas en el seminario. Amenazaron con retirar sus donativos si la imagen salía del Santuario, y el obispo se doblegó a las presiones e impidió el traslado de la talla. Interés, hijo, interés no celestial, más bien terrenal”. Agradecido, ermitaño de Montesión.
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