Estoy un poco fatigado, la verdad, de tanta ceremonia fúnebre solemne. Nadie como los británicos para vender la marca de su Corona: muchos años de tradición. Todo el luto por la gran reina Isabel II culminará el lunes en un solemne funeral que congregará a mandatarios y testas coronadas de todo el mundo.
El funeral por una época que no va a volver, aunque aún no sepamos muy bien lo que va a ser una nueva era marcada por tantas incertidumbres. Y en ese funeral estará, algo impensadamente, el llamado ‘rey emérito’, Juan Carlos I. Quizá un error, a mi juicio.
Naturalmente que el anterior jefe del Estado puede hacer lo que le parezca, y acaso desdeñar una invitación personal, para él y para la reina Sofía, llegada del mismísimo Buckingham Palace, constituya un desaire. Nadie le retiene para viajar desde Abu Dhabi hasta Londres, donde se reunirá, por primera vez en público desde que se marchó de España el 3 de agosto de 2020, con su hijo Felipe VI y la reina Letizia, además de con otros veteranos representantes o ex representantes de casas reales.
¿Es conveniente esta imagen cuando en España arrecian algunos ataques al llamado emérito, al que incluso se le dedica una serie escasamente benévola con su figura?¿Debe aterrizar en Londres donde pervive una querella contra él presentada por la aventurera Corinna?¿Qué comentarios generará todo esto en el ‘papel couché’?
Ya digo que no estoy seguro de que esto haya sido una buena idea. Inicialmente, el propio Don Juan Carlos transmitió desde su ‘exilio’ que no pensaba acudir a las exequias de Estado, porque la representación era algo que le correspondía al rey, es decir, a su hijo Don Felipe. Pero claro, es que entonces aún no había llegado la invitación para que asistiese al gran funeral por su ‘prima Lilibeth’. Ahora, invitación en mano, el criterio ha cambiado.
No me uniré al coro de denuestos contra quien fue jefe del Estado de España durante cuarenta años: allá los fiscales de carrera o los Torquemadas vocacionales. Pero creo que esta ‘sobrerepresentación institucional’ española es un dato negativo para el Gobierno, y no sé si también para La Zarzuela: hay cosas que ni política ni protocolariamente conviene removerlas ni someterlas a polémica.
Pero tanto unos como otros, incluyendo Buckingham, han decidido respetar más la Historia que la coyuntura. Por eso, por cómo se está enfocando, el funeral más grande que jamás se haya celebrado está a punto de convertirse en un homenaje a lo que fue, más que a lo que es, por mucho que Carlos III vaya a ser el protagonista indudable de esta ‘cumbre’ planetaria, llena de uniformes y vestimentas de gala. Yo, la verdad, hubiese preferido ver a la princesa Leonor entre los invitados: el viaje desde Gales es más corto que desde los Emiratos.
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