Desde el siglo XV, la Justicia se representa con una figura femenina que lleva los ojos vendados, una espada en una mano y una balanza en la otra. La venda en los ojos significa que la Justicia es ciega y que adopta decisiones de un modo objetivo, imparcial y equitativo. Con este simbolismo se quería trasladar el mensaje de que ante los tribunales todos somos iguales con independencia de las riquezas, apellidos, militancias, amistades, famas o infamias de cada uno.
Recuerdo todo esto, que parece sacado de un manual escolar para futuros abogados en ejercicio, después de ver el despliegue de firmantes de la petición de indulto que está promoviendo, con el impulso del PSOE, la familia del condenado ex presidente de este partido y de la Junta de Andalucía, el amable, cordial y educadísimo José Antonio Griñan. El único que por lo visto merece ese trato de favor de toda la larga lista dirigentes socialistas condenados por el flagrante y millonario robo de dinero público de la trama de los ERE falsos desde la Junta de Andalucía.
No me detendré en analizar o juzgar las razones de los que libremente han suscrito tal petición (algunos de ellos notables empresarios y profesionales de reconocido prestigio en Almería) pues la condición humana es inabarcable en el capítulo de los afectos, los agradecimientos y las compasiones. Nada que objetar, por tanto, a quien solicita algo que forma parte de la lista de obras de misericordia de la Iglesia que comienza por dar de comer al hambriento, de beber al sediento y que pasa por la redención del cautivo antes de terminar en el entierro de los muertos. Todo eso está muy bien y, sinceramente, me ayuda a recuperar mi decreciente confianza en el género humano.
Sin embargo, y aquí es donde quiero llegar, conviene reflexionar sobre algunos aspectos al margen del bello gesto que supone siempre perdonar a un delincuente. ¿Podemos permitirnos el lujo de asentar en la sociedad española la idea de que el político de izquierdas es un ser mitológicamente intocable? Lo digo porque este debate no se estaría dando si el condenado en firme fuera, por ejemplo, alto cargo del Partido Popular, a los que hemos visto entrar en prisión sin el acompañamiento de una cohorte de plañideras mediáticas, como también vimos entrar en la cárcel a delincuentes ya mayores, como Ruiz Mateos, y hasta a miembros de la Familia Real, sin que en ningún caso se recogiesen pliegos de firmas y hectolitros de lágrimas.
Recordemos también que el PSOE ha conseguido formar gobierno después de presentar una moción de censura justificada como una necesaria respuesta ética a un caso de presunta corrupción del PP, la trama Gürtel, infinitamente menor en cuantía que el tema de los ERE. Por lo tanto, el PSOE debe medir si considera haber idiotizado a la sociedad española lo suficiente como para que pueda deglutir sin demasiados problemas de reflujo que el PSOE que gobierna acabe perdonando al PSOE que roba.
Y tampoco conviene olvidar una cuestión de fondo, aún más grave. ¿Queremos eliminar la persuasión coercitiva de la pena como freno de eventuales actos delictivos? Lo hemos visto ya con el indulto de los golpistas catalanes y lo vamos viendo poco a poco con la dulcificación paulatina del régimen penal de los asesinos etarras. Por eso, si se indulta a Griñán se estará asentando en España la jurisprudencia del todo vale y el aquí no pasa nada. Y eso no hay democracia que lo resista.
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