Ser o no ser. Con una calavera en la mano, el secretario general del PSOE de Almería, Juan Antonio Lorenzo, deambula por las estancias del particular castillo nazarí de Serón en que ha convertido la sede socialista de Pablo Iglesias, sopesando silencioso entre parietales y mandíbulas. He ahí el dilema: Adriana o Noemí. La municipal o la provincial.
Con el corazón loco, como en el bolero de Machín, Lorenzo apura plazos tratando de evitar la pelea en lodo que supondrían ahora unas primarias que tan sólo proporcionarían carnaza para la barbacoa mediática. Con buen criterio, el PSOE quiere evitar por todos los medios posibles (aunque algunos poco confesables) el vendaval de ruido y furia con el que tradicionalmente solventa estos trances el socialismo almeriense desde los tiempos de renovadores y guerristas.
Pero no me digan que no es un recital de justicia poética ver al PSOE huyendo despavorido del invento de las primarias, esa bacalá infame que consiguieron introducir en la política española, gracias al permanente miedo al señalamiento de la derecha y que tan sólo se ha revelado como una extraordinaria factoría de malheridos y resentidos, que son el perfecto caldo de cultivo de las metástasis en los partidos. Pero no nos fijemos en eso.
Centrémonos en la papeleta de Lorenzo tratando de evitar las primarias, intentando doblegar la resistencia de la última precandidata que no ha tirado la toalla, como ya han hecho otras que tenían muchas ganas y otros que se vieron envueltos en las quinielas gracias a las especulaciones expansivas de algún periodista. ¿He dicho periodista?
Vuelvo al titular para añadir que, además de la nota shakesperiana del famoso monólogo, el acróstico de la Sociedad Española de Radiodifusión está traído a propósito, ya que el informativo matinal de Javier Romero fue el primero en hacerse eco de los mensajes que desde la cúpula que controla Lorenzo se habían trasladado a la encastillada candidata Valverde, a la que se le enseñaron dos cosas: las encuestas internas y la puerta. Pero ella, lejos de amilanarse, negó la mayor asegurando desconocer esos mensajes para encontrarse a la mañana siguiente en la cama no una cabeza de caballo, sino un titular pura sangre que no dejaba lugar a interpretaciones, diciendo que un sondeo interno elevaba a Naomí Cruz a la categoría de preferida por el partido para intentar recuperar la alcaldía de Almería perdida hace veinte años, en una operación que apunta claramente a ocho años vista.
Pero no han contado con Adriana, que estima que a su edad se está mucho mejor otros cuatro años en la oposición municipal que en el limbo del “ya veremos, compañera”, en un partido que no sólo está notando ya el frío que supone haber perdido la despensa que era para el PSOE la Junta de Andalucía, sino que intuye además que el temporal que se avecina les va a pillar sin una mala rebequilla que echarse encima.
Como digo, el dilema de Lorenzo es considerable, pues va a tener que elegir entre asumir que la oposición municipal del PSOE ha sido tan irrelevante que ha sido necesario recurrir a una candidata desconocida y sin implicación en la capital a siete meses de las elecciones, o bien mantener a una candidata y a un equipo que ni gusta, ni cala, ni convence a ellos mismos. No debe ser fácil decidir, como tenía que hacer el pobre Hamlet, entre sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a un torrente de calamidades y darlas fin con atrevida resistencia. Y no quiero desvelar nada, pero ya les digo que Hamlet acaba fatal, porque mueren todos menos el taquillero.
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