Llega la Meloni en Italia y se va la lechuga pocha en el Reino Unido. Que un periódico inglés haga realidad su imaginación es un sueño húmedo para muchos políticos de España. Lo intentaron políticos independentistas catalanes con la ayuda e ignorancia de muchos periodistas españoles.
Ha coincidido el quinto aniversario de aquellas urnas a punta de paraguas en Cataluña con los referéndums a punta de kalashnikov en la Ucrania invadida. Los dos igualmente ilegales y tramposos, movidos por el ansia de poder y la manipulación tenaz. Estos días he oído a muchos periodistas españoles referirse a esas votaciones en Ucrania con expresiones como “farsa o pantomima” que ni por asomo se atrevieron a usar durante la mentira del 1-O. “Las cuentas y los cuentos del independentismo” fue el libro que sacó Borrell, de los políticos más claros en aquel peligroso trance. Sánchez se lo quitó de encima y el español y catalán ahora le está plantando cara a Putin como había hecho antes con Puigdemont y Junqueras.
Que el delito de sedición esté bajo la mesa de los Presupuestos, mezclado con la partida del AVE a Almería, es muy desagradable. Sobre todo para los miles de almerienses que emigraron a Cataluña en aquel expreso nocturno. Con Borrell no hubiera pasado. Rebajar el delito de sedición es pan hoy solo para Pedro y hambre para todos mañana. Porque los nacionalistas son tenaces y repetirán. Por eso el PNV ha obtenido sin despeinarse sus selecciones de pelota y de surf porque el nacionalismo se mueve a golpes pero es continuo como el oleaje. Lo dicho, en Italia llega la Meloni y nosotros, seguimos con nuestros melones.
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