Todo eso es cierto

Me pasaba las noches en vela, no podía dormir con sedantes, ni con valerianas ni gotas de melatonina. Nada me hacía efecto. Tenía el alma destrozada y solo sentía angustia generalizada (tengo el corazón “partío”, me decía). Para colmo la tele no funcionaba, ahora que me había aficionado a ver cine, sobre todo en blanco y negro de los años cuarenta y cincuenta; el agua corriente venía sin presión; la lavadora no lavaba como debía y el calentador tampoco calentaba; sin embargo, con el tiempo, todo se ha ido arreglando y yo también.  

Asistí a la presentación del poemario “Feliz solo en las ruinas” de Sara Martínez Navarro, y me encantó escucharla. Posee una voz maravillosa y una entrega total en cada palabra que pronuncia. Así nos recitó sus poemas. Reconfortantes.

En medio de tanta delicia hubo un verso que se me quedó clavado (pertenece al poema “Todo eso es cierto”), y no sé por qué. Más tarde, tomando una copa, pude preguntarle a Sara por el significado de ese verso, también me lo buscó en el libro para que yo pudiera copiarlo literalmente. El verso dice así: “Tengo más fe en la mujer que en los prefijos”. 

Entonces Sara me contó que su profesor de griego siempre les advertía en clase, a la hora de traducir, cuidado con los prefijos que engañan. Quiere decir esto que las mujeres no engañan, interpelaba yo, ella se encogió de hombres, pero su amiga Isabel, sentada a su lado, me precisó: o engañan menos. Gracias, Isabel, por esta apreciación tan oportuna. 

Volví a casa contenta, el vino tinto me había relajado y pude dormir con cierta placidez esa noche. El arte me había curado. (La belleza también). Sara, además, nos instruyó sobre personajes como Andrómaca, la mujer de Héctor, en La Iliada. Nos confesó que el canto VI de este gran poema homérico es el más bello para ella, porque contiene la esencia del amor de la mujer, esposa y madre, ante las adversidades de la vida. Cómo resurge del dolor y de la pérdida para volver a nacer.