El grito de Alejandro Buendía desde Terque

Los museos lanzan un SOS: no hay recursos para continuar; se necesita una Fundación

Cónclave bajo las parras de Terque para estudiar el futuro de los Museos. Foto de Mar Verdejo.
Cónclave bajo las parras de Terque para estudiar el futuro de los Museos. Foto de Mar Verdejo.
Manuel León
23:06 • 09 nov. 2022

Debajo del altiplano granadino - donde ayer Pedro Sánchez habló de lluvia de millones  para fijar a la población rural- flota una pompa de jabón que contiene la fragancia de esa Almería anciana que el presidente quiere que no fenezca del todo dándole banda ancha. Esa burbuja es Terque y sus museos, que nacieron de la sensibilidad de un  practicante manchego que hace ‘apología radical por las cosas viejas’. Uno nunca ha sabido en estos años si Alejandro Buendía es más enfermero de esas cosas inútiles que de sus propios pacientes de Torrecárdenas; uno nunca ha discernido cómo un tipo flemático de Ciudad Real, que llegó a las parras del Andarax en 1984 como otros Buendía llegaron a Macondo, ha sido capaz de levantar el andamiaje de uno de los museos más bonitos de Europa. Uno solo sabe que en esas casas entrañables convertidas en museos se respira emoción al entrar y si uno no llora cuando recorre esos anaqueles cargados de reliquias que han formado parte de nuestra vida cuando éramos niños, de la de nuestros padres y abuelos, es por vergüenza torera.



Allí, visitada por miles de personas de toda España, está  un jirón de nuestra piel: la de la Almería uvera y minera, la de las cosas cotidianas de la despensa o de la cocina, los escritorios donde se escribían cartas de amor, los retratos de gente muerta que nos miran desde las paredes, los juguetes de otra época, los caballitos de cartón, las revistas ilustradas, los vestiditos de charlestón de nuestras abuelas, la pipa en la que fumaban nuestros abuelos, una tienda de tejidos, la botica de Yebra, la oficina del consignatario Berjón.  Es Alejandro el centinela, el trapero que ha remendado nuestra historia más legítima. Ahora pide ayuda, este Alejandro Magno, este Alejandro Quijote, y lanza un grito de socorro para sus museos, para tantas cosas bonitas, porque no tiene ni un  guía, ni un archivero, ni un conserje que pueda abrir las puertas  para enseñar esa magia. Se ha hecho viejo Alejandro -20 años de labor- acarreando y clasificando cosas inútiles. Aparte de líneas de alta tensión, se necesitan también recursos para proteger lo que fuimos, que es otra forma de no irse del todo.









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