¡Qué gran foto la de Pedro Sánchez en su twitter, en el centro de la escena, como presidiendo el comité de crisis de tercera guerra mundial, rodeado de Biden, Scholz, Macron y Sunak!
Pero la guerra la tiene en casa, con barones que hablan bajito y votantes clásicos socialistas decepcionados. Es triste que Sánchez pose como defensor de la soberanía del Estado de Ucrania mientras que hipoteca la soberanía del Estado de España. Ya se ha quitado todas las caretas y tras un disimulo previo anunció nervioso ante Ferreras que quita el delito de sedición. Por fin sabemos qué es la “desjudicialización de la política” tan cacareada durante años. Es quitar obstáculos judiciales para que algunos políticos hagan lo que les salga del twitter. En este caso, los independentistas catalanes. La locura que trajeron en 2017 fue frenada principalmente por jueces, leyes y tribunales. Primero indulto, ahora sedición, pero Junqueras y Aragonés han anunciado que no cesarán en su intento. Piden también reformar la malversación para que su próximo golpe de estado sin caballos de Pavía les salga gratis, literalmente, a costa de la Hacienda de todos los españoles.
Hay que saber leer las frases de los políticos. Cuando Pablo Iglesias regaña bíblicamente a Yolanda Díaz y le espeta “¡Podemos debe ser respetada!”, en realidad quiere decir “queremos seguir colocados en estos cargos con tan buenos sueldos”. Y cuando Rufián afirma que la reforma de la malversación debe ser “quirúrgica”, quiere decir “solo a los nuestros”, no vaya a pasarnos como a Irene Montero, que por reformar leyes a golpe de mandíbula y pancarta ha propiciado que salgan de prisión abusadores sexuales condenados. Le está quedando un Código Penal muy apañadito.
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