Las declaraciones el pasado miércoles de Carla Toscano, diputada de Vox en el Congreso, contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, aduciendo que ésta solo tiene el mérito de haber “estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, han conseguido el rechazo casi unánime de los partidos políticos. Solo la formación que preside Santiago Abascal ha salido en defensa de Toscano. Algún compañero incluso le ha reído la gracia.
Recurrir a esa frase en las vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres solo puede encontrar la repulsa de cualquier ciudadano. Ya está bien de ridiculizar las políticas de igualdad por las que tanto se viene luchando en este país. Ahora más que nunca está justificada la creación de un ministerio que lleve ese nombre. Lo que realmente ha hecho Vox ha sido hacerle un favor a Irene Montero cuando se encontraba en el centro de la polémica por cómo quedó articulada la ley del ’solo sí es sí’. Ha pasado en pocas horas de villana a héroe. Eso sí, a costa de que una diputada soltara un exabrupto desde la soberana tribuna del Congreso.
Y el problema no es el exabrupto en sí – que lo es y de grandes dimensiones – sino que durante todo el día de ayer el Pleno de la Cámara Baja siguió convertido en una especie de circo donde casi se subastaba la payasada más grande.
Cualquiera que viera las imágenes del pasado miércoles en el Congreso y se detuviera un momento observaría la presencia de varias diputadas de Vox cuasi emocionadas con lo que acababa de decir su compañera Carla Toscano. Ese sí es el problema. Que haya mujeres que hayan comprado el discurso antifeminista del partido de Abascal y se lo crean a pies juntillas. Y entre quienes lo han comprado hay una parlamentaria almeriense, Rocío de Meer, a la que votaron 80.000 electores de esta provincia hace ahora tres años. ¿Cuántas mujeres votaron a De Meer?¿Cuántas repetirían ahora su voto?
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