Si la joven Bernadette Soubirous viviera hoy, seguramente utilizaría un Xiaomi de esos con los que el PC chino nos quiere encadenar. Se sentaría en un risco del valle de Lourdes a ver su instagram y de repente le cegaría un haz de luz de su pantalla. Así sería hoy el milagro de Lourdes con una virgen influenser. Los pastorcillos iluminados del siglo XXI se llaman Zuchelbel, Musc, Berzos, etc. y los millones de peregrinos que los siguen son tan crédulos como antaño a pesar de que el universo digital no es más comprensible que el de la galaxia Andrómeda. O precisamente por eso.
Vagaba por la constelación de Youtube, en la página oficial de Paul McCartney, cuando a su felicitación por ‘Acción de Gracias’ le devolví el mensaje citando Almería y la historia de su viaje frustrado a nuestra ciudad en 1966 para reunirse con John. A las pocas horas me contestó. Me hinqué de hinojos y aún impresionado seguí escribiéndole con detalles que solo Paul podía conocer y entonces obró el milagro: “Me gustaría hablar contigo”. - ¡Creo, creo. Me contesta el dios de la música! “Puede ser el comunity manager o un bot”, dudé como San Pedro. Me daba lo mismo, había estudiado a Blaise Pascal y a José Mota, “¿Y si sí?”. Merecía la pena creer en esa aparición divina.
Pero a las pocas horas, vi las mismas frases repetidas como respuesta clonada a otros muchos comentarios terrenales en el youtube del divino Beatle. Sentí de golpe la frialdad y el vacío del universo digital. Si los humanos ya buscábamos demasiados dioses en esta tierra mortal ahora hallamos más e igual de falsos en este metaverso absurdo. Entonces me acordé de Pepe Isbert y del único milagro en el que creo, el de San Dimas.
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