Arramblando ramblas

Está de moda renaturalizar cauces. Debe ser que tras las consecuencias de la DANA, en 2019, los políticos se dieron cuenta de que los argumentos de los impertinentes ecologistas, eran sensatos.

No lo reconocerán, pero solo hay que comparar las palabras de nuestros representantes, que declaman cual visionarios, en el río Adra para presentar la segunda fase de su limpieza y renaturalización, con las que los naturalistas llevan años poniendo sobre la mesa. Algo que en principio nos debería alegrar, pero nos apena porque solo hacen suyas las palabras, vaciándolas de contenido, intercambiándolas, edulcorándolas y usándolas de vaselina.

Renaturalizar significa recuperar los valores ambientales, para devolverle sus funciones ecosistémicas y evitar la pérdida de biodiversidad. Ese es el punto de partida, el objetivo final, conservar la naturaleza, y si se consigue, la seguridad ciudadana, los beneficios contra las consecuencias del Cambio Climático, el atractivo turístico y de esparcimiento local, vendrán solos. Como ha ocurrido en el río Manzanares de Madrid, donde dejando correr el agua, haciendo unas plantaciones puntuales y quitando cemento, la vida se ha recuperado en tiempo record.

Para los políticos es otra cosa. Lo importante son las inversiones, aunque sean descabelladas, como en la Rambla de San Antonio de Aguadulce; contentar a sus  votantes, en el caso del río Adra, a los agricultores y vecinos, para garantizarles la seguridad, olvidando que los últimos problemas con el agua llegaron en 2015 por la Rambla de las Cruces que siguen sin atender; y, como un extra, hablan de biodiversidad y conservación. Dos formas de entender nuestra relación con la naturaleza. Una situándonos por encima de ella e intentando domesticarla, y otra entendiendo que somos parte de ella, y que muchos de nuestros problemas se solucionan aprendiendo a mirarla, comprendiéndola y adaptándonos a sus ciclos.