Otra vez Navidad

Cada vez adelantamos un poco más la Navidad respecto a su día grande: el 25 de diciembre. Quizá, como suele decirse, “porque no hay mejor fiesta que las vísperas”. Y así, a finales de Noviembre “ya huele a Navidad”, como si deseáramos que el nacimiento que esperamos, ¿de quién? se adelantara cada año un poco más, quizá porque aunque no seamos demasiado conscientes de ello tenemos  ansia y esperanza de vida nueva. 

Pruebas evidentes de que nos acercamos a las fiestas más entrañables y alegres del año que se va y del que comienza, son las calles y plazas profusamente iluminadas, las tiendas y los mercados abarrotados de “tentaciones...” en algunas de las cuales seguro que caeremos. ¿Quién no espera al menos un pellizco de la Lotería navideña? ¿Quién no aparta de la paga extra algunos euros para el marisco, los turrones, las bebidas espumantes, las golosinas, los regalos y otras “necesidades…” tan propias de estas fechas? 

Como no podía ser menos, la Liturgia cristiana también prepara la Navidad y las iglesias y muchos hogares se adornan con símbolos navideños: la corona de Adviento, el Belén, el árbol, las banderolas, los villancicos y hasta papá Nöel…Está claro que todo eso y algo más contribuye y ayuda a no pocos a hacer “su” Navidad tal y como cada cual se la imagina, porque no hay duda que hay muchas formas de navidades… Pues resulta que como en tantas fiestas de origen genuinamente cristiano, lo profano se ha filtrado y adherido tanto a lo sagrado y religioso -quizá porque lo religioso a secas no acaba de satisfacernos- que no podemos o no sabemos o no queremos deslindar, diferenciar o separar ambas realidades. A la altura a que hemos llegado de mezcolanzas y confusiones -hoy vivimos en el todo vale- no habría qué extrañarse, pues no somos solo alma-espíritu sino también cuerpo-corazón-sentimientos-instintos y todo ello “mezclado y alborotado” explota a borbotones cuando buscamos un extra de felicidad… en estos días tan entrañables. Pero ¿de qué clase de felicidad y cómo deberíamos expresarla de modo más navideño-cristiano? ¿Cómo sentían y felicitaban algunos la Navidad en el siglo XIII? Veamos, por ejemplo, lo que el beato Jordán de Sajonia, sucesor de santo Domingo al frente de la Orden dominicana, escribía a su dirigida la monja dominica beata Diana de Andaló:“Hija, te envío la Palabra abreviada y acurrucada en el pesebre, que se ha hecho carne por nosotros. Palabra de salvación y de gracia, de dulzura y de gloria. Palabra buena y suave. Lee esta Palabra en tu corazón y rúmiala en tu mente. Piensa y repiensa esta Palabra. Que permanezca en ti y habite siempre contigo”. 

Cuando Dios se hizo carne de nuestra carne, tomada de la Santísima Virgen: “por mí, ÉL se hizo semejante a mi”. Significa que se hizo semejante a todos y a cada uno de nosotros, excepto en el pecado, que tomó nuestra carne y la hizo Suya para purificarla y salvarla. Por eso la Navidad nos afecta a todos, es algo vivificante, transformante y actual aunque la celebremos una vez al año. Desde la Encarnación, Dios nace a cada momento y desde entonces está con nosotros. En Navidad, recostado en el pesebre, LE vemos chiquitín, pequeño, dependiente, frágil. Pero dejémosLE crecer y veremos cómo se convierte en adulto, Sanador, Salvador y Redentor del género humano, de su historia y su futuro. A ser crecidos y adultos en la Fe y a demostrarlo sobre todo en la fraternidad universal es a lo que nos invita la Navidad cristiana y no solo en los pocos días en los que la celebramos: porque siempre es Navidad. Se me ocurre una cosa ¿Por qué este año no cambiamos o añadimos al dicho Feliz Navidad el de Feliz Novedad? Pues es la mejor Noticia de la que más necesitados estamos. 

Desde el santuario de nuestra Patrona la Virgen del Mar, sus custodios los dominicos os deseamos una Santa y Feliz Navidad-Novedad dando gracias a Dios por el año que termina y recibiendo el Nuevo llenos de Esperanza.