Ritos y tradiciones

En realidad el cambio de año no es sino una simple alteración de cifras del calendario

José Luis Masegosa
09:00 • 02 ene. 2023

Ayer fue día de estreno. Estrenamos un nuevo año, y este estreno se inserta  en un bucle que cada 365 días se detiene para cambiar unos números  y llevar a casi todo el mundo a un estado de ilusión transitoria que en algunos casos se prolonga. Ante la generalizada celebración de estas fechas, en realidad el cambio de año no es sino una simple alteración de cifras del calendario - incluida una cruenta e irreversible pasada por el cincelador de nuestra salud física y mental- con todo lo que  ello supone en nuestra cultura teatral de la vida: desde los atrezos para las doce campanadas –que en mi pueblo son veinticuatro para no perder la ilusión de vivir el doble-, a las clásicas viandas y elixires, y a las desmedidas  explosiones de amor, cariño y fraternidad que, como todos sabemos, en determinados casos son más de artificio protocolario que de propia voluntad. Claro que la costumbre hace la norma, y desde la institución del calendario gregoriano, en 1582, cuando el monje erudito Dionisio el Exiguo defendió y propuso la idea de contar los años a partir del nacimiento de Jesucristo, parece que nadie puede vivir al margen del flagelador cuenta tiempos. Salvo escasas excepciones, todos hemos sucumbido al engranaje de la felicitación anual y al ritual que cada 31de diciembre y 1 de enero nos abordan por doquier.



El rito y la tradición del cambio de calendario son ancestrales. El 31 de diciembre de 1900 contaba en una carta  Isabel Vasallo, sobrina de don Ricardo Gutiérrez Roig, médico de la Casa Real, nacido en Berja y criado en Oria, la experiencia de tus antepasados con la celebración que nos ocupa: Tras el regreso a su madrileña casa de la calle Alcalá, en plena Nochevieja, después de atender una urgencia en palacio, el galeno encontró a su hermana Isabel y a sus tres hijos en los brazos de Morfeo. El médico se entregó al piano y levantó a todos sus familiares para conmemorar no solo el año nuevo, sino el cambio de siglo. La velada transcurrió somnolienta, pero alegre y divertida, pues aquella familia, como otras muchas, cumplió con la sagrada e inexcusable tradición.










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