Rafael Torres
21:28 • 30 mar. 2012
Una cosa es el gobierno de los banqueros, de los pudientes y de los empresarios de España, y otra, muy distinta, el Gobierno de España. Si se admite esta sencilla verdad, habrá que convenir también en que los 40.000 millones de euros que el Estado destina a los bancos, podrían tapar muchos agujeros, exonerando al depauperado bolsillo de los pobres de la obligación de taparlos. Lo mismo cabría decir del Estado respecto a los pudientes, exigiéndoles aportaciones a la Hacienda, vía impuestos directos, más acordes con la deplorable situación, y, desde luego, respecto a los empresarios, a los que, sin exigirles nada, ni pericia ni solvencia, ni reinversión, ni creación de empleos de calidad, ni nada, se les otorga ahora patente de corso para explotar a sus compatriotas.
El Gobierno de Rajoy utiliza a troche y moche el "logo" institucional de "Gobierno de España", pero sería más conveniente que lo fuera de veras. De España y de los españoles, la mayoría de los cuales ni son banqueros ni empresarios, pues sólo del buen gobierno, es decir, del buen mirar por su bienestar, por su futuro y el de sus hijos, podría venir el remedio a los males que nos afligen. A las personas, señor Rajoy, señor De Guindos, señora Báñez, no se les puede aplicar, como a los inmuebles, la dación en pago, ni se les puede uncir al yugo de empresarios desahogados.
Una cosa es el Gobierno de España, al que sólo deberían acceder sabios y bellísimas personas, y otra, muy distinta, el gobierno de la plutocracia. Si la gente queda en el desamparo institucional, puede darse perfectamente a la desesperación, de grado mayor que el miedo que aún la atenaza.
El Gobierno de Rajoy utiliza a troche y moche el "logo" institucional de "Gobierno de España", pero sería más conveniente que lo fuera de veras. De España y de los españoles, la mayoría de los cuales ni son banqueros ni empresarios, pues sólo del buen gobierno, es decir, del buen mirar por su bienestar, por su futuro y el de sus hijos, podría venir el remedio a los males que nos afligen. A las personas, señor Rajoy, señor De Guindos, señora Báñez, no se les puede aplicar, como a los inmuebles, la dación en pago, ni se les puede uncir al yugo de empresarios desahogados.
Una cosa es el Gobierno de España, al que sólo deberían acceder sabios y bellísimas personas, y otra, muy distinta, el gobierno de la plutocracia. Si la gente queda en el desamparo institucional, puede darse perfectamente a la desesperación, de grado mayor que el miedo que aún la atenaza.
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