Me despiertan las noticias de la mañana con tres mujeres asesinadas en manos de unos hombres demoníacos. No puedo expresarlo de otra manera. En Roquetas de Mar, una mujer de 44 años asesinada por un hombre de 30, comentan que después de hacer el amor, (¡cómo pervertimos el lenguaje!). Este bombardeo a la memoria y al sentido común, dicen muy poco a favor del espíritu humanitario del que estamos tan orgullosos y que tanto proclamamos, aunque tantas veces se queden en palabras bonitas cargadas de buenos sentimientos.
No son las leyes, ni debemos culpar a los legisladores, las responsables de estas masacres. Estoy seguro que estos energúmenos desconocen o les da lo mismo cualquier tipo de ley, por que caminan por sendas de egoísmo, depravación y una impositiva animalidad de manada que les hace creerse dueños incluso de la vida de sus semejantes. Los cerebros de estos seres inhumanos funcionan sin empatía y por lo tanto desconocen la ternura. Todo es posesión. Mantienen aún el paleocerebro de los reptiles. La especie, que nos definimos como el culmen de la creación, somos el único animal que comemos sin necesidad, tenemos sexo sin estar en celo, y matamos sin tener que defender nuestro territorio de caza para subsistir.
Todos, de alguna manera, somos responsables de tanta violencia. Analicemos si no nuestras vidas, nuestra educación, nuestras relaciones familiares, de amistad, de compañerismo, la vivencia de los valores éticos y morales, que generación tras generación se han ido forjando por el bien de la coexistencia plural y pacífica. Examinemos nuestra fe, aquello en lo que tú crees y que forma parte del andamiaje que te sustenta y da sentido a tu vida: valores como la escucha, el diálogo, la ternura, la entrega, la gratuidad, el control de mí mismo, la disciplina, la amistad, el perdón… y si eres creyente en Jesús, el Amor, incluso a los enemigos.
No somos culpables de tanta atrocidad, pero sí responsables.
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