Los resfriados arrasan estos días. Son hoy más complicados que los de nuestra niñez, cuando nos dormíamos embadurnados en ‘vip vaporub’ y dopados con pastillas Juanola. La situación no está como para automedicarse y al menos acudo al consejo del farmacéutico:
- Hola, ¿me da un jarabe para la tos?
- ¿Seca o con expectoración?
- Pues no se, ¿qué es eso?
- Pues que salgan flemas y esputos.
- Bueno, tengo mocos, pero no se si eso son flemas.
- ¿Al toser?
- Todo el rato. Con tos y sin tos. Mi nariz es un surtidor de mocos.
- Pero no tose por la nariz. Entonces necesita un mucolítico.
- ¿Pero eso me corta la tos?
- ¿Nota que la tos está agarrada al pecho?
- Bueno, termina saliendo con violencia por la boca.
- ¿Entonces es de garganta?
- A ver, para llegar a la boca tiene que pasar por ahí antes.
- Yo creo que necesita un mucolítico para sacar los mocos del pecho.
- Pero si ya me salen ellos solos por la nariz. ¿Me corta eso la tos?
- ¿Por qué no va al médico?
Lo sensato es ir al médico, pero ahora está de moda el Chat GPT, el último grito en Inteligencia Artificial que lo sustituirá pronto, según los entusiastas. Percibo con este engendro digital el mismo furor que en su día cosecharon las ‘PartyLine’ como profecía de la comunicación universal. El Chat GPT me recuerda a un juguete que de niño me fascinaba, “El Mago Electrónico” que daba “siempre la respuesta exacta”. Allí voy entre golpe y golpe de tos y le pregunto: ¿Tú toses? Y me responde: “No, como modelo de lenguaje, no tengo la capacidad de toser. Soy solo un programa de computadora diseñado para generar texto.”. Entonces desconfío; si habla sin pensar…y además no tose, para eso ya tenemos a los políticos.
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