Medir túneles y medir plazos

Probablemente estén viendo hoy en la prensa grandes titulares llenos de esperanza y certidumbres de cara a la próxima llegada del AVE a Almería en 2026. Y me alegro un montón, oyes. Ojalá sea así. Pero si fuera por los titulares impresos en las medias tintas que van pagando los diferentes gobiernos, Almería sería probablemente hoy ese manojito de claveles que cantaba hace años Manolo Escobar. Y es que la tipografía venturosa es al almeriense lo que el agua al gato escaldado, porque hemos visto ya tanto pronóstico favorable convertido en humo que hemos aprendido a no aferrarnos a cualquier previsión positiva porque nos tememos que al final se nos escape de nuevo entre los dedos. Y eso no es porque los almerienses seamos de mala condición o porque tengamos un carácter áspero, sino porque tenemos memoria y, sobre todo, porque tenemos constancia de las muchas veces que se han querido reír de nosotros, como cuando hace unos meses se escenificó una performance de máquinas y obreros para dar atrezzo a una visita a las obras por parte del ministro Felix Bolaños y que fue desmontada al día siguiente. Tampoco podemos olvidar esa permanente tentación de buscar culpables antes que encontrar soluciones en la que continuamente caen los políticos. Sin ir más lejos, la secretaria de Estado que ayer lanzaba mensajes de optimismo sobre el AVE en Vera, hace justo una semana decía que si el tren no llegaba a Almería en la fecha prevista sería por culpa de la Junta. Y no es por nada, pero uno siempre ha pensado que quien de verdad busca un acuerdo no acaba encontrando excusas. Y por último, reiterando mis mejores deseos respecto del cumplimiento de una promesa que numerosos técnicos ajenos al gobierno dicen que ya es imposible llevar a cabo, les recuerdo que los que siguen diciendo que el AVE llegará a Almería en 2026 son los mismos que no supieron medir los túneles de Cantabria. Ahí lo dejo.