Los azares caprichosos del destino han provocado que esta semana hayan coincidido sobre las tablas del sevillano Teatro de La Maestranza, el día de la verde y blanca, dos almerienses de pro con pretéritas tiranteces. Dos hijos de esta provincia casi murciana, honrados con el laurel andaluz por distintos fundamentos: uno por su talento musical en los escenarios, por ser ya un nuevo andaluz universal; otra, por ser la representante del trabajo femenino en el gremio de la mar, por ser heredera del saber milenario de las mujeres marineras tan imbricadas en el pasado, el presente -y esperemos que el futuro- de los muelles de la provincia como el de Almería, Garrucha, Adra, Carboneras, Garrucha y Roquetas.
Ahí estaban los dos juntos -David Bisbal y Mari Angeles Cayuela, recibiendo el metal con el oro del Perú, sonriendo ante los fotógrafos, congeniando con la complicidad de dos paisanos frente a las aguas del Guadalquivir, siendo los únicos en ese plató que podían presumir de saber más que nadie de migas y de americanos; ahí estaban los dos, unidos por la alegría de la medalla recibida, escoltados por Pacheco y Crespo, como embajadores de Almería. Hubo un tiempo, sin embargo, en el que saltaron chispas y los armadores de arrastre de Almería, de los que es presidenta Cayuela, se irritaron mucho con el cantante del barrio de Los Angeles cuando dijo en Televisión Española, que la pesca de arrastre -la principal modalidad de pesca de Almería- arrastra absolutamente con todos los fondos marinos y que otro tipo de pesca podría hacer esa misma función. Los pescadores almerienses, con toda la razón de siglos de golpes de mar, saltaron de inmediato, recordándole al juglar que de este arte viven más de 1.500 personas en su provincia y que es la modalidad más regulada del gremio y que detrás de esa pesca hay toda una cultura ancestral. Y que sin arrastre, ni él ni Rosanna podrían comer gambas, cigalas, gallopedro, rape o calamar. Parece que David y Mari Angeles olvidaron viejas rencillas y se dieron un abrazo. Bien está lo que bien acaba y que lo que Sevilla ha unido, no lo arrastre ninguna pesca
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