Jose Fernández
17:14 • 08 abr. 2012
Creo que fue Heráclito el que dijo aquello de que todo fluye, todo cambia y que nada permanece, porque al hombre le daba por pensar así mientras se daba baños de asiento en un río. Con independencia de mis recuerdos de clase de filosofía, he de manifestar mi duda razonable acerca de este pensamiento filosófico, porque hay cosas que permanecen inalterables y se conservan tan frescas como la corriente de un torrente en primavera. Les hablo, lo habrán adivinado, de los cafres en Almería. A pesar de los efectos del paso del tiempo, de la evolución de las costumbres o de la transformación del marco económico y político, en nuestra capital contamos con una cantera inagotable de pellejeros que, al estilo de los colectivos más nobles y mejor establecidos, se van tomando el relevo generación a generación para que nunca nadie pueda echar en falta la mano y la pezuña amiga del cafre almeriense. Escribo estas líneas después de leer otra de las estupendas contraportadas de Eduardo D. Vicente en las que hace referencia a las informaciones que publicaba la prensa almeriense en la Semana Santa de 1883, denunciando la actuación de “turbas de cafres” que molestaban a los asistentes a los actos religiosos. Hace más de un siglo que el redactor de turno describía a estos tíos como “cuadrillas de salvajes y de pillastres, inhumanos y bárbaros que andan sueltos por las calles de esta ciudad.” Y eso que no se habían inventado los contenedores de basura para quemar, las farolas para desvalijar, los parquímetros para reventar o los focos ornamentales para sustraerlos. Significativamente, el mismo día que la prensa se hace eco retrospectivo de cómo actuaban los tatarapellejeros de turno, se publicaban también noticias sobre el robo de los focos de iluminación de la Alcazaba. No puede haber más simbolismo para acabar desmintiendo a Heráclito, el del baño filosófico: en Almería, en materia de vandalismo callejero, nada cambia, todo permanece. Si Heráclito se hubiera bañado en un río almeriense, los cafres le habrían robado la ropa dejándolo en pelotas en mitad del cauce.
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