El cainismo que puede acabar destrozando al PSOE de la capital

La historia del PSOE de la capital es un viaje interminable a ninguna parte

Indalecio Gutiérrez y Adriana Valverde.
Indalecio Gutiérrez y Adriana Valverde. La Voz
Pedro Manuel de La Cruz
20:22 • 04 mar. 2023

Quienes creían que ya lo habían vivido todo en la lucha interna entre las 'familias' que dirigen hacia la irrelevancia al socialismo capitalino, no contaban con la irresistible voluntad por la autodestrucción en la que están acostumbrados la media docena de dirigentes locales que lideran, desde la premeditada comodidad de una oposición desactivada, la alternativa socialista desde la sede local del partido.



La voracidad que habita en estos dirigentes es tan intensa que, cuando ya han consolidado su mayoría frente a sus históricos rivales, tienen que satisfacer su obsesión por la guerra interna autodestruyéndose entre ellos mismos. Me lo dijo hace unos días un decepcionado militante después de haber asistido desde el desencanto a la lucha entre Indalecio Gutiérrez y Adriana Valverde por ver quienes sitúan cada uno de ellos en la candidatura socialista para las próximas elecciones municipales de mayo.



El secretario local y la candidata a la alcaldía, unidos en la travesía contra las oleadas del postsusanismo, han abandonado el barco en el que navegaron juntos desde hace años para enfrentarse entre ellos ignorando que, con su actitud, lo único que quizá van a conseguir es hundir el barco. Nunca hay puerto seguro para un marinero temerario ni para quien no sabe a dónde ir.



El tiempo, el resultado electoral y la intensidad del desdén de las direcciones nacional, andaluza y provincial decidirán el futuro político de Indalecio y Adriana.



Indalecio-Caso Mediador aparte- se está quedando sin argumento y dejando sin razones para su defensa a Fernando Martínez ante la dirección de Ferraz. Su pertenencia al grupo de los padres fundadores del sanchismo ya no es el salvoconducto que le procuraba una posición privilegiada a salvo de comportamiento extravagantes y sobrevenidas y sorprendentes afiliaciones masivas de ciudadanos que, de un día para otro y con la magia de un milagro, encontraban en el partido el Dios evangélico o el Alá redentor siempre que se acercaba un proceso electoral interno.



Adriana, ahora en la trinchera enemiga, se enfrenta a un proceso electoral de futuro tan incierto como inquietante. Después de (casi) cuatro años de vacaciones pagadas el grupo socialista municipal no ha sido capaz de hacer una oposición seria a un gobierno municipal paralizado por la pandemia, limitado por sus propias capacidades de gestión y sometido al sobresalto de un cambio en su liderazgo. Ninguno de estos tres flancos ha sido atacado por los concejales socialistas. Así les ha ido y, lo que tal vez sea peor para ellos, así les podrá ir el 28 M.



Las ciudades se gestionan no sólo desde equipos de gobierno solventes, sino, también y a la par, desde una oposición constante en el trabajo, fiscalizadora en la gestión y con un proyecto alternativo estructurado. Pero para que las dos orillas de la política municipal se comporten desde esas premisas es imprescindible que quienes las conforman dediquen sus esfuerzos a esas líneas de trabajo, no a intrigantes conspiraciones palaciegas, como lleva sucediendo en el ayuntamiento de la capital y en la agrupación municipal desde hace decenios.



La impostura de una encuesta que no sirvió para nada, el estrafalario proceso de primarias y el vodevil de la asamblea para la confección de los candidatos que acompañarán a Adriana Valverde en la candidatura socialista han sido tres actuaciones tan impostadas que parecían hechas, no por la militancia de un partido serio, sino por actores de reparto sin más vocación que la de hacer caso al “cabeza de familia política” que les marcaba el camino por dónde debían transitar.


Que ante encrucijadas tan decisivas como la elaboración democrática de una candidatura solo participe un tercio de la militancia- poco más de trescientos de los mil afiliados con que dice contar la agrupación local- demuestra una desafección tan abrumadora que debería hacer pensar a quienes la han provocado si la irrelevancia por la que lleva despeñándose el PSOE local no es consecuencia de su contrastada ineptitud, su incapacidad política y sus estrategias tribales.


El PSOE de la capital necesita un cambio radical, pero no por los intereses del propio partido- que allá ellos- sino porque una ciudad como Almería necesita partidos fuertes, con ideas y con estrategias de futuro definidas. Para estar en la oposición o para estar en el gobierno. Y el PSOE es un partido de oposición y de gobierno. Aunque algunos se empeñen en permanecer hasta el final de los tiempos en la comodidad de la oposición revestidos de la inútil aureola de ser los guardianes del Antiguo Testamento o el salvoconducto de haber formado la tribu de los padres fundadores.


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