Rafael Torres
22:48 • 09 abr. 2012
Las disposiciones del actual Gobierno se parecen mucho a las que regían para la navegación de los buques del Reino Unido en 1912: no se requería que hubiera lanchas de salvamento para todos. Así, cuando se hundió el Titanic, hace ahora un siglo, el número de plazas en los botes de evacuación cubrían solo el de los pasajeros de primera y segunda clase, y solo para ellos, al parecer, estaban destinadas. A los de tercera, trabajadores emigrantes que viajaban bajo la línea de flotación del barco, les estaba vedada toda posibilidad de salvación: una reja les impedía acceder a la cubierta, donde la orquesta interpretaba valses para tranquilizar a los pasajeros de primera y segunda. Los escasísimos viajeros de tercera que salvaron la vida lo consiguieron arrojándose al mar, de donde les recogió, agonizantes de frío, el "Carpathia".
Del mismo modo, ante el actual naufragio de la economía nacional, pero sobre todo de la decencia democrática, el Gobierno del PP parece decir, con sus "reformas", que no hay botes para todos. Los que tras la reja sienten cómo se les anega la vida, cómo menguan sus ingresos, cómo se quedan sin empleo, cómo suben vertiginosamente los precios y los impuestos, cómo el banco les arrebata la casa o los ahorros, son esos pasajeros de tercera que, pese a representar el mayor número y la mayor fuerza productiva de los que viajan en la nave, son condenados a padecer los peores efectos de la catástrofe. Entre tanto, los pasajeros de primera se alejan en lanchas medio vacías del remolino succionador que deja el barco al hundirse.
Ahora le toca a la Sanidad y a la Educación de los de tercera clase, que ya eran malas y cutres antes de la infausta travesía. No queda, en puridad, apenas nada que recortar de ellas, salvo lo poco que se precisa para convertirlas definitivamente en apaños de Beneficencia. Sálvese, pues, quien pueda, quien tenga medicina y colegio privados, bienes de fortuna, rentas, sinecuras y plaza reservada en el bote salvavidas.
Del mismo modo, ante el actual naufragio de la economía nacional, pero sobre todo de la decencia democrática, el Gobierno del PP parece decir, con sus "reformas", que no hay botes para todos. Los que tras la reja sienten cómo se les anega la vida, cómo menguan sus ingresos, cómo se quedan sin empleo, cómo suben vertiginosamente los precios y los impuestos, cómo el banco les arrebata la casa o los ahorros, son esos pasajeros de tercera que, pese a representar el mayor número y la mayor fuerza productiva de los que viajan en la nave, son condenados a padecer los peores efectos de la catástrofe. Entre tanto, los pasajeros de primera se alejan en lanchas medio vacías del remolino succionador que deja el barco al hundirse.
Ahora le toca a la Sanidad y a la Educación de los de tercera clase, que ya eran malas y cutres antes de la infausta travesía. No queda, en puridad, apenas nada que recortar de ellas, salvo lo poco que se precisa para convertirlas definitivamente en apaños de Beneficencia. Sálvese, pues, quien pueda, quien tenga medicina y colegio privados, bienes de fortuna, rentas, sinecuras y plaza reservada en el bote salvavidas.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/25408/como-el-titanic