Saludé ayer a un viejo amigo que durante los últimos meses ha tenido algunos problemas de salud epidérmica. Cuando pregunté por su estado no dudó en responder que le habían diagnosticado infecciones en la piel por estrés. No reparé en sugerirle que ya sabía algo que debía evitar. Con irónica sonrisa me respondió con los ojos, haciéndome ver las innumerables tareas pendientes en el establecimiento hostelero donde comparte su principal actividad en el sector de la construcción.
Detuve el pensamiento un instante y recordé que al alba de cada día ya estamos estresados por las labores que realizaremos durante la jornada. Ahora parece que vivir estresado es sinónimo de hacer bien las cosas. Cada amanecer nos empeñamos en planificar el tiempo con el reloj sin dejar nada a la improvisación, y es que nos afanamos en controlar todo aquello que escapa a nuestro control hasta el punto de que llegamos a la ofuscación si los objetivos no se cumplen como los hemos planificado.
El tiempo te atrapa y te esclaviza. Es un verdadero tirano que no perdona, que te obliga a cumplir con sus demandas, a correr de un lado a otro, a no detenerte ni siquiera un segundo. El tiempo es un agujero negro que absorbe todo a su paso, que te deja sin aliento, sin energía, sin vida. Los humanos somos esclavos del tiempo. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo su dictadura, a seguir sus reglas, a encajar en sus moldes. Nos hemos convertido en seres estresados, ansiosos, agotados, que luchan por mantenerse a flote en un mundo que se mueve cada vez más rápido .El tiempo nos empuja hacia delante, sin importar si queremos o no.
Nos obliga a cumplir con plazos, a hacer las cosas en un determinado momento, a vivir según su ritmo. Y esto nos produce una enorme presión, una sensación constante de estar corriendo detrás de algo que nunca alcanzamos y el estrés es una de las principales consecuencias de esta esclavitud temporal. Nos preocupa no tener suficiente tiempo para hacer lo que debemos, nos angustia no llegar a tiempo a una cita, nos frustra no poder cumplir con todas nuestras obligaciones. Y esta ansiedad constante acaba pasando factura a nuestra salud física y mental.
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