La realidad es cachonda. Ha hecho coincidir la sentencia del Caso Poniente con la semana de los cuentos, y con la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Da para unas risas, aunque el cuerpo nos pida llorar, gritar de indignación o sacar la guillotina. Al final nos quedaremos en el pataleo y otra huella marcada en la espalda.
La sentencia castiga al exalcalde, Juan “aquí mis cojones” Enciso, el exinterventor municipal, José “firma aquí Juan” Alemán, y varios Espíritus Santos (en términos ferreteros, un 3 en 1), ya que eran empresarios, trabajadores municipales y familiares de los sentenciados. Aunque más que sentencia podríamos definirla de regañina, paripé o teatrillo de marionetas.
Recalco lo de marionetas, porque la Justicia ha vuelto a demostrar que no es ecuánime, ni ciega, ni imparcial, sino que se deja manejar por el poder, el capital y los intereses de algunos que le levantan la venda para marcarle el camino, decantar la balanza y sugerirle la fuerza con la que emplear su espada.
Permitir que algunos delitos prescriban, y ante las ridículas sentencias, refuerza la idea de operación política. Había que sacar al rebelde, el virus que se llevó los votos y que amenazaba con extenderse por la provincia con su Partido Almeriense. Muerto el perro, se acabó la rabia.
El gran error de Enciso (era reincidente, ya lo había hecho a nivel municipal) fue morder la mano que le dio de comer, lo protegió y envalentonó hasta convertirlo en un depredador. Pero si traicionas la jerarquía del partido, te quedas solo, y en política, eso significa problemas. Al final habrá habido rabo entre las piernas, un protocolario “Juan, sé fuerte”, y un “win to win”.
Yo voté a Enciso, y la decepción es una de las causas de mi desconfianza en el sistema, y eso no hay sentencia que lo castigue. Si se recuperase lo robado lo mismo la recuperaría, pero no pasará, la deuda la seguiremos pagando los ejidenses a base de impuestos.
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